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ORIANA MENDOZA VIDAL
Recientemente tuve la oportunidad de escuchar las experiencias productivas de cerca de ochenta organizaciones de mujeres ubicadas a lo largo y ancho del Cauca, ejercicio que me permitió conocer valiosas historias de vida, ejemplos de tenacidad y fe.
En el mundo de la consecución de financiación para ideas de negocio o cualquier otra actividad que tenga impacto social, se popularizó la exposición de la solicitud de recursos mediante la metodología del pitch, presentación corta (5 a 10 minutos) del plan de negocio, describiendo lo que hace la empresa u organización, las proyecciones que tiene contempladas y qué puede hacer mejor si consigue la inversión. Suena sencillo, no obstante, en ocasiones los protagonistas son traicionados por los nervios y omiten parte importante de información o simplemente olvidan que tienen al frente personas y no se conectan con ellas.
Fue así como cerca de ochenta organizaciones, donde predomina la participación de las mujeres, presentaron su pitch ante un panel de jurados, narrando brevemente las razones por las cuales se conformaron sus organizaciones, sus sueños empresariales y metas en el corto y largo plazo. Concretamente el pitch de cada organización dio cuenta de su historia, la madurez de su estructura administrativa, la claridad de las funciones de los comités de administración; en la parte productiva se evaluó la calidad y definición del producto o servicio, su estrategia de mercado y cómo se estima lograr su expansión, el grado de diferenciación de su producto, su valor agregado, para cerrar con una motivación al jurado, exponiendo las razones para obtener la financiación requerida. De este modo, se pudo tomar el pulso al grado de desarrollo asociativo de la mujer en el Cauca, diagnosticando sus necesidades económicas, expectativas y evidenciar la nueva realidad del empoderamiento económico de las mujeres rurales.
Esta enriquecedora experiencia me permitió ratificar cómo la violencia ocasionada por la lucha armada en el Cauca, ha marcado una forma de pensar en las mujeres rurales, conduciéndolas a organizarse en grupos de diferentes tamaños con el fin de resurgir de sus dramas familiares y al mismo tiempo evitar que sus hijos, familiares y ellas mismas, sigan siendo víctimas de abusos y maltratos dejando el camino abierto para actividades ilícitas. En los rostros de estas mujeres se evidenciaban las cicatrices de una guerra fratricida, pero ya son eso: cicatrices, porque sus corazones están llenos de esperanza y amor que, acompañados de perseverancia y resiliencia, están sacando adelante proyectos productivos en actividades como la cría y levante de especies menores, el cultivo y transformación de café, fresa, orellana, reciclaje, producción de derivados lácteos, gastronomía ancestral, confecciones, entre otras.
Entrando en el plano técnico, es evidente que falta dar más sentido empresarial a dichas actividades productivas, dado que en la mayoría de las oportunidades las mujeres no tenían claro sus costos de producción, la fijación del precio, no devengan un salario estable por la realización de las actividades productivas, pretenden abarcar más clientes, pero no se afirma con precisión la forma de lograrlo. Muchas veces la actividad productiva tiene más rasgos de seguridad alimentaria que de empresarismo rural. No obstante, es un camino que las mujeres comienzan a recorrer y al escucharles sus victorias tempranas, la forma de superar sus obstáculos financieros, culturales, físicos, etc., se alimentaba mi espíritu de esperanza y fe, al ver cómo personas de tan variadas formas de vida, concluían al unísono que todo se puede lograr con propósito y trabajo duro, destacándose la solidaridad, el compañerismo, la actitud de cambio y las ganas de construir un mejor mañana para sus hijos y su comunidad.
Empresarios y empresarias, nuestro Cauca encierra condiciones tan disimiles para surgir en el ámbito económico, que es necesario recordar el buen ejemplo del bambú: su semilla crece oculta en la tierra hasta por siete años, echando raíces para luego surgir y crecer hasta tres metros en un solo mes. Lo que nos lleva a reflexionar sobre nuestra preparación y crecimiento personal para tener la capacidad de enfrentar los retos empresariales. Elevarse y buscar las alturas, ya con raíces profundas y sólidas como el bambú, aspirar a escalar más alto cada día, busca el cielo, soñar en grande. Pero lo más valioso del bambú y de las mujeres rurales, es su capacidad para ser flexibles, el bambú, a la vez que crece, se alista para soportarlo todo. Ni el más fuerte de los vientos es capaz de hacerlo caer, nada lo quiebra, aunque lleve sobre sí la más pesada de las cargas. Así somos la mayoría de las mujeres, muchas de la mano de Dios, se levantan de la adversidad y siguen luchando por sus sueños, por cambiar sus realidades y darles un mejor futuro a sus hijos, apoyándose en el trabajo en grupo. Cuando se nace y se trabaja en colectividad, como vive el bambú, los resultados serán sostenibles.
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