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En las últimas, la captura de una peligrosa banda de prestamistas ‘gota a gota’ levantó ‘polvareda’ en Popayán.
Como se conoció, estos individuos son señalados de hacer préstamos a intereses altísimos y constreñir a quienes se atrasaban en el pago de las onerosas cuotas.
Pero allí no terminaba el accionar delictivo de estos individuos. Las autoridades en su proceso de investigación, descubrieron que además de la violencia, las amenazas y hasta el apoderarse de sus pertenencias, también ejercían extorsiones de tipo sexual contra algunas de las mujeres a las que les cobraran.
En ediciones anteriores EL NUEVO LIBERAL ha puesto en evidencia el accionar de los famosos ‘gota a gota’ en Popayán, quienes cuando les incumplen con alguna cuota, marcan puertas con mensajes intimidantes, amenazan vía telefónica, decomisan motocicletas y otro tipo de bienes, y en el peor de los casos terminan violentando físicamente a la persona que les debe.
Con la captura de la banda de ‘gota a gota’, quedó en claro que aquí sí existía (¿o seguirá existiendo?) una casa de cobro y otrora habíamos conocido algún caso preocupante, como aquel en donde el encargado de cobrar, acompañado de dos escoltas, tiene la potestad de visitar en el trabajo a su cliente en pleno día de quincena y con tarjeta en mano retirar el dinero del cajero personalmente. Frente a este flagelo, el problema radica en que la gente no denuncia porque necesitan el préstamo, y también porque les da miedo las represalias.
Y es que en Colombia, pese a las campañas adelantadas por el Estado y por respetables gremios, la dimensión de la economía informal no solo no ha podido ser vencida, sino que cada día gana más espacio y multiplica sus expresiones.
Los préstamos de dinero ‘gota a gota’, las ‘pirámides’, los motociclistas que son taxistas “piratas”, los vehículos particulares que son taxis “piratas”, los chances y rifas ‘piratas’ son solo algunas puntas visibles de la inmensa red de informalidad que padecemos.
Todas las formas de informalidad son venenosos “cantos de sirena” que la debilidad del Estado, las circunstancias sociales y la dimensión de nuestra economía institucionalizada han impedido combatir eficazmente.
Lo más preocupante de todo esto es que para el caso de Popayán este sistema de ‘préstamo rápido’ campea sobre todo en los barrios periféricos, donde mucha gente los usa para salir de alguna urgencia económica, en especial para solventar un pago atrasado, el arriendo, la cuota de algún producto electrodoméstico vencida e incluso muchos comerciantes para surtir sus negocios o hacer pagos urgentes a quienes los surten.
Si bien han surgido interesantes propuestas de empresas del sector financiero institucional que ofrecen préstamos al universo de usuarios del ‘gota a gota’, tales esfuerzos han sido insuficientes frente a la dimensión y extensión del fenómeno económico comentado.
Hoy en día existen fundaciones y cooperativas, e incluso bancos que otorgan créditos con menores tasas de interés, y con facilidades de pago, que bien pudieran hacer uso sin tener que recurrir a dicha modalidad.
La lucha contra la informalidad tiene que ser más planificada y más profunda, pues esta realidad nos está superando. Ya se comenzó con una de las bandas, ahora el trabajo es a seguir indagando y con apoyo de la denuncia de ciudadanos afectados, llegar a otras más que siguen activas en nuestra capital.
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