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Según cifras del Ministerio de TIC, Colombia es uno de los 20 países con más usuarios en Twitter, llegando a tener alrededor de 15 millones de usuarios. La cifra, por si sola, parece intrascendente; sin embargo, estudios han demostrado que, en Colombia, el uso de las redes sociales ha tenido un sinnúmero de fenómenos como la creación de cuentas falsas por parte de los partidos políticos, la generación de mensajes discriminatorios y el acoso.
Las redes sociales suman tanto a la libertad de expresión como restan a la sana convivencia y al debate juicioso, respetuoso y argumentativo, según lo que estamos viviendo últimamente. El desmán verbal que se observa a diario, especialmente en Twitter y Facebook, hace pensar que si no se educa a los usuarios, las redes pueden sucumbir bajo el peso de la infamia permanente.
En estos últimos días son varios los personajes públicos, funcionarios con responsabilidades medias y altas, que han quedado expuestos ante la opinión pública e incluso han perdido sus cargos, al comprobarse que han usado las redes sociales como vehículos para difundir mensajes injuriosos, racistas, machistas, soeces o humillantes. Además, se están usando estas redes para emitir noticias falsas y mentiras de toda laya.
Frente a la discusión, en relación a la regulación especialistas en seguridad informática hablan de los mecanismos que tienen estas redes sociales para denunciar los casos de acoso, discriminación, ciberbullying y difamación. Es claro entonces que las redes cuentan con las herramientas para denunciar cuentas y contenidos a fin que las plataformas busquen las soluciones más adecuadas como suspensión de cuentas e, incluso, participación en procesos legales.
Así, el asunto toma proporciones más allá de lo comunitario digital o generacional, para convertirse en preocupación general, por cuanto lo que en esas redes está ocurriendo logra afectar de manera protuberante las realidades nacionales.
No conviene a la ya nerviosa convivencia nacional, que se usen canales públicos para, de la peor manera, dirimir diferencias, no le conviene al gobierno contar con personajes que incurran en esta indeseable conducta; no le conviene a la política, como ejercicio democrático, descender un escalón más en el concepto en que se le tiene, máxime cuando nos esperan largos meses de campañas proselitistas a lo largo y ancho del país y, obviamente, no le conviene al periodismo que sus representantes suban al mismo ruedo a confrontar en caliente hechos y opiniones con personajes que, finalmente, se benefician de la confusión y el escándalo.
Las redes sociales aparecen como la manera de hacer el mundo más pequeño y más interconectado; no obstante, es necesario tomar con seriedad los fenómenos que allí ocurren, proteger tanto el buen nombre, como los derechos fundamentales de los usuarios y generar libertad de opinión, en el marco del respeto y la tolerancia.
Así cada vez sea más alto el barullo que se levanta en las redes sociales, se debe mantener la idea de que esos son medios que sirven a la libertad de expresión y por tanto deben defenderse tal y como existen, pero los usuarios deben entender que su mal uso sirve de excusa a quienes quieren condicionarlos o simplemente clausurarlos. La autorregulación, la prudencia, la honestidad y la decencia de cada uno se necesitan para que todos podamos servirnos del beneficio que representan las redes sociales.
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