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Cuando los promotores de la Consulta Anticorrupción, llevada a cabo el pasado domingo 26 de agosto de 2018, lanzaron la iniciativa de convocar la participación de todos los ciudadanos para, con un instrumento que nos dio la Constitución de 1991, enfrentar los actos, situaciones y culturas organizacionales corruptas, dadas en el seno de la Cámara de Representantes y del Senado de la República, lo hicieron después de 19 meses de luchar infructuosamente contra un mal, que en nuestra cultura política, se ha venido convirtiendo en endémico: La Corrupción.
Sabido es por todos los colombianos que, desde hace muchos años, el Congreso de la República ha sido calificado como una de las entidades del Estado con mayor corrupción, la de menor confianza, la cual se expresa y refleja en las concepciones y prácticas de quienes por voto popular son llevados a esas dignidades: Senadores y Representantes, situación que en los 18 años que va corrido este siglo en lugar de reducirse, como dijo el expresidente Julio César Turbay Ayala “a las justas proporciones” su aumento va en crescendo, ya que cada año los escándalos y denuncias por corrupción de las Ramas Ejecutiva y Legislativa son mayores, lo que ha hecho que esta abominable práctica sea insostenible.
Lo curioso es que mientras la ciudadanía piensa esto, los honorables senadores y representantes se hacen “los de la vista gorda”, lo que en el argot popular significa: “No querer ver lo que realmente está sucediendo, en general para evitar actuar en consecuencia”, alejándose cada día más la posibilidad de que estas corporaciones se reformen y que, como iniciativa propia, erradiquen la corrupción, restablezcan la confianza de los ciudadanos y pongan todo su esfuerzo y dedicación en el bienestar colectivo y el desarrollo del país.
Razón por la cual, después de ocho (8) veces de intentarse una reforma desde adentro, en los últimos años, todas fracasaron, fueron saboteadas en la mayoría de los casos, en el mismo recinto del Congreso, desbaratando el quorum cuando se iban a analizar y en otros dejando vencer los términos para presentar las respectivas ponencias, lo que llevó a que fuera el pueblo colombiano, en un ejercicio democrático, no amarrado a intereses políticos, expresara su voluntad y como mandato, obligar a los congresistas a la inaplazable erradicación de la corrupción de su seno.
Los promotores de la Consulta Anticorrupción trabajaron sin descanso durante 19 meses, llegándole a las gentes de los diferentes estratos sociales en las ciudades y a los más recónditos lugares de nuestra geografía, haciendo toda una pedagogía de la participación y estimulando el ejercicio autónomo e independiente para castigar ejemplarmente la corrupción en todos los niveles y extirparla del recinto en donde se producen las leyes y se aprueba el presupuesto general de la Nación y otras disposiciones para beneficio de la sociedad; fue un periodo de tiempo en el que sectores que inicialmente la apoyaron y que luego, no ingenuamente, se retiraron y se constituyeron en pocos días en francos y despiadados opositores a la misma con flacos argumentos como el tildar la Consulta Anticorrupción como algo inane, insignificante e inútil, acompañados con una diatriba de mentiras y verdades a medias, para llenar de pánico y miedo a los ciudadanos, estrategias que recientemente le han dado muy buenos dividendos políticos a sus protagonistas y colectividad, hoy en el gobierno.
Cumplido el proceso democrático, la Consulta Anticorrupción logró 11.667.646 votos, faltándole escasos 472.716 votos para obtener el umbral requerido de 12.140.342, en una histórica jornada, porque este instrumento constitucional de participación se estrenó con los más altos niveles de conciencia de la ciudadanía, la que hoy lamenta por no haber logrado hacer exigible formalmente la voluntad popular, para que el Congreso establezca las bases para una lucha a muerte de la corrupción en su seno, pero abriga la esperanza de que ese caudal de colombianos que dijeron SI, sean tenidos en cuenta desde los principios y valores éticos para que los honorables senadores y representantes actúen en consecuencia. Solo podemos decir desde este espacio: Señores Congresistas: Quedaron notificados.
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