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Hace 36 años en medio de la celebración más representativa de los payaneses, un Jueves Santo, la ciudad fue sacudida por un corto pero destructivo terremoto; bastaron 18 segundos para que la ciudad, por eso días engalanada para recibir cientos de turistas, quedara prácticamente en ruinas.
La tragedia natural dejó más de 200 muertos, unos 3 mil heridos y el 40 por ciento de la infraestructura urbana afectada. Ese fenómeno destructivo y doloroso marcó la entonces apacible Ciudad Blanca de 120 mil habitantes, aunque dio pie para el comienzo de una nueva historia para Popayán.
Como se ha dicho muchas veces, luego vendría un verdadero terremoto social, producto de la emergencia y los masivos desplazamientos que se generaron hacia la capital del Cauca ante la expectativa de lograr una vivienda digna y los recursos pos terremoto.
Hoy la ciudad, con cerca de 300 mil habitantes ha expandido sus fronteras urbanas, luce completamente reconstruida y mucho más reconocida por su valioso patrimonio arquitectónico y legado histórico en la construcción de la República; su Semana Santa, con este antecedente luctuoso se alza con orgullo por la declaratoria de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, Unesco, como Patrimonio Cultura e Inmaterial de la Ciudad, tradición que ejemplifica la tenacidad de un pueblo por conservar su ‘Ethos’.
Sin embargo, esa bella imagen contrasta duramente con los cordones de miseria de los sectores periféricos de la ciudad, la cifras de desempleo, la creciente inseguridad, la violencia cotidiana e incultura ciudadana, entre otros problemas, rezagos de este proceso y consecuencias de la agudización de los conflictos sociales y políticos del país.
Dichos problemas sociales que hacen parte de los afanes de progreso que le imprimen los gobernantes, generando de una u otra forma, la expansión de la ciudad, ya que siempre habrá razones para seguir llevando progreso y mejores condiciones de vida a los sectores más vulnerables de la hoy moderna capital caucana.
Deben entran en esta carrera de mejoramiento social y en infraestructura, los actuales precandidatos que aspiran a gobernar Popayán para los próximos 4 años. Se espera que los planes de gobierno que se presenten, sean acordes a esta situación de crecimiento continuo pero con un orden establecido a fin de seguir marcando la pauta que está conduciendo a Popayán hacia la conversión de pequeña villa a capital moderna y metropolita.
Lo cierto es que ante estos problemas y una fecha como la de hoy no podemos marginarnos o negar la validez de este tipo de análisis y discusiones.
Que hay que sacar y visibilizar todo el potencial de nuestras gentes y esfuerzos, que hay que reaccionar y empuñar nuevos liderazgos, todo eso es necesario y posible, pero con taparnos los ojos o vociferar seremos inferiores al legado de nuestros antepasados.
Además del sentido homenaje a nuestros muertos hace 36 años y a los gestores y artífices de la restauración de Popayán, debemos sumar la sincera reflexión sobre las herencias, retos y oportunidades de las nuevas generaciones que habitamos en esta nueva ciudad, erigida sobre un pasado glorioso que hay que enseñar a querer a interpretar, pero especialmente comprometidas con la construcción de su nueva historia.
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