Editorial: La empanada de 800 mil pesos

Por estos días, el tema de la multa por comprar una empanada a una vendedor informal (una luchadora mujer que resultó ser oriunda del norte del Cauca), ha despertado toda clase de reacciones, muchas de ellas jocosas y sarcásticas difundidas insaciablemente a través de las redes sociales.

Multar a alguien por comprarse una empanada, representa el abuso policial, pero también el atraso de una sociedad que es demasiado puritana para unas cosas, como, por ejemplo, para que algunos miembros de la fuerza pública, extorsionen a los pobres vendedores, con el fin de dejarlos poner un puesto de perros calientes, como se supo, ocurría en Bogotá. Eso sí, dejamos en claro que dichas acciones son una minoría en una institución que en definitiva es un baluarte para la protección de los ciudadanos

Sin embargo, la situación con la empanada no deja de ser un absurdo en una Nación llena de sucesos insólitos que como una avalancha, se riegan a través de las redes sociales, campo en el que definitivamente somos suigéneris debido a la velocidad en que viralizamos y caricaturizamos toda clase hechos de trascendencia para el país.

Y este justamente fue uno de esos episodios que nos avergüenza, y nos ponen un sello en la frente a los colombianos: el del atraso cultural, el del abuso, y el de la Colombia de la que hablaban los chibchombianos Martín de Francisco y Santiago Moure en El Siguiente Programa, y que pareciera de mentiras: un país en broma.

A Stiven Claros, un joven bogotano, de clase media baja, residente del sector de La Castellana, en días pasados le fue impuesta una absurda multa, por causa de comprar una empanada en la calle, como hacen un 90% de los colombianos de clase media y baja a diario; y eso es algo que no es fácil de entender, y a la vez ha indignado a muchos colombianos, nos referimos a la forma como se ha interpretado la ley en ese caso. El joven, quien, en ese momento, escasamente tenía los 1.000 pesos de la empanada, ahora deberá pagar una multa de 883 mil pesos, por motivo de la aplicación del artículo 140 del vigente Código de Policía, que pareciera demasiado ambiguo.

Reza el polémico artículo que se sancionará a quien promueva o facilite el uso u ocupación del espacio público en violación de las normas y jurisprudencia constitucional vigente, y aquello traducido en acción, representó sancionar a Stiven, quien ha dicho en medios de comunicación, no tener siquiera para pagar el semestre, y aquello ha despertado la solidaridad de los colombianos en redes sociales, quienes se han ofrecido a pagarle la multa a través de una vaca.

Lo lamentable, además del oso internacional que hicimos, es el ataque a la informalidad, que en Colombia ronda el 50% de los colombianos, y para aterrizarlo a nuestra comarca, en Popayán podría fácilmente superar el 50%. Es cierto que en nuestro país es necesario combatir esa modalidad laboral y fomentar el desarrollo, pero no de la forma en que lo ha hecho la Policía, y mucho menos atropellando a los vendedores, quienes muchas veces no tienen lo del diario para sobrevivir.

Así pues, que es una suerte el que las comparenderas no hayan llegado a la capital caucana, ya que si se aplicara aquí aplicarán el código al pie de la letra, estos elementos se agotarían en menos de una semana, dejando millonarias deudas que de seguro la gran mayoría de sancionados no tendrían con que pagar.