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Muchos han sido los avances de la ciencia en cuanto hace a predicción de los fenómenos atmosféricos. Inclusive todas las alteraciones que se producen por cuenta de la acción de los seres humanos son mensurables y, en gran medida, pueden calcularse sus efectos.
Sin duda, se mantiene un cierto grado de incertidumbre con relación a la magnitud de los eventos, pero las advertencias y precauciones de los equipos de emergencia se traducen en menor número de víctimas, anticipación en las evacuaciones y protección en las edificaciones e infraestructura para aminorar los daños.
Ya los meteorólogos dan cuenta de la periodicidad y presencia de fenómenos tales como la temporada de huracanes en el Caribe, de tifones en el mar del Japón y de la severidad o levedad del Niño y la Niña.
Con todo los monzones del Índico y la prolongada temporada de lluvias que se ensañó con el territorio colombiano hasta hace pocos meses, desbordan cualquier presupuesto o preparación como bien pudo observarse en Colombia con la Niña.
Casi sin mediar un lapso de normalización los expertos comenzaron a advertir sobre la llegada del Niño y las autoridades a hacer llamados por el racional uso del agua y la adecuación de los equipos de emergencia para estar preparados para las sequías y los correspondientes incendios que habrían de producirse por el fenómeno.
Por supuesto, que las épocas de severo estío deben ser aprovechadas para realizar las obras de infraestructura, arreglo de vías, limpieza de canales, mantenimiento de represas, prevención y promoción contra las emergencias y del equipamento urbano, que incluye, sin duda, el riego de la flora de ornato y el césped de los separadores, zonas verdes y parques so pena de perder las inversiones realizadas en tales sitios y que están bajo la responsabilidad de los administradores que ya no podrán argüir ignorancia sobre sus deberes.
Pero a pesar de todas estas advertencias, hoy escuchamos con preocupación el clamor de las comunidades en torno a la fuerte sequía que azota el sur y el norte del Cauca, que prácticamente están secando los caudales de los ríos, lo que desabastece los precarios sistemas de acueducto que existen en determinadas localidades, tales como Bolívar, Mercaderes, algunos corregimiento de El Patía y algunas zonas veredales y corregimentales de localidades norteñas como Santander de Quilichao, Caloto, Puerto Tejada, Miranda, entre otras.
Asimismo, tras la andanada de incendios forestales en todos los rincones de la geografía caucana, sale a relucir la falta de equipamiento de los cuerpos de bomberos que existen en todo el Cauca. Si se sabía que este tipo de emergencias iban a recrudecer por el tiempo seco y soleado ya pronosticado, ¿por qué no se pensó en proporcionar los elementos básicos a estos entes de socorro?
Como siempre pasa, la improvisación y la falta de gestión hacia propósitos que de verdad le sirvan a la comunidad de parte de nuestros administradores –desde los congresistas hasta los mandatarios locales–, ponen contra la espada y la pared a aquellas entidades que deben enfrentar las peligrosas emergencias como lo son los incendios forestales y cuyos integrantes deben ‘batirse a duelo’ contra las llamas, con equipos obsoletos, sin uniformes adecuados y poca preparación, arriesgando sus vidas a fin de evitar que el fuego llegue a zonas pobladas.
De nuevo la madre naturaleza nos coge ventaja…
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