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Los payaneses y caucanos esperábamos con mucha expectativa, desde el pasado sábado cuando se dio por finiquitado el proceso de negociaciones entre los dirigentes de la Minga y la comisión de alto nivel del gobierno nacional, en cabeza de la Ministra del Interior Nancy Patricia Gutiérrez, a través de la suscripción de un acuerdo que, en buena parte atendía los requerimientos de las comunidades movilizadas y que el gobierno podría cumplir, que el capítulo de tener una vía bloqueada y una ciudad sitiada, por cerca de 26 días, se terminara exitosamente con la visita del Presidente de la República, Iván Duque Márquez en territorio indígena, quien había manifestado, a través de sus voceros, que ya desbloqueada la vía, estaría en la población de Caldono, a fin de establecer un diálogo con las comunidades y firmar, en forma definitiva, lo acordado.
Honor a la verdad, tenemos que reconocer que el Presidente de la República cumplió, llegando al territorio previamente concertado con las comunidades, a pesar de serias advertencias hechas por el señor Fiscal General de la Nación Néstor Humberto Martínez, de que tenía información, de fuente “muy confiable”, de un posible atentado contra la comitiva presidencial, lo cual fue rechazado por las comunidades indígenas, campesinas y sociales agrupadas en la Minga, comprometiéndose con 2.000 miembros de la guardia indígena, en colaboración con los efectivos del Ejército y la Policía presentes en el territorio, a proteger la integridad física del Presidente y de su comitiva. Lo cual, puesto ante la comunidad nacional e internacional, se constituía en suficiente garantía para que el tan ansiado encuentro se diera.
Con presencia del Procurador General de la Nación, Fernando Carrillo, el Defensor del Pueblo, Carlos Negret Mosquera, el Alto comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, representantes de la OEA y otros organismos internacionales, así como miembros del más alto nivel del gobierno nacional, en el lugar de la reunión, presagiaba ser el epílogo de un final feliz de un conflicto que generó tantas y variadas afectaciones graves para los habitantes del Cauca y Nariño, así como de sus economías.
Luego de tres horas, de ires y venires entre los voceros del Gobierno y de la Minga para dar inicio al diálogo acordado, este se fue diluyendo por una “sutil” diferencia entre los mingueros y el gobierno nacional, nuevo pulso caracterizado por la osadía y arrogancia de los líderes de la Minga, quienes empoderados en hechos de presión, cada vez más antipopulares, han venido imponiendo su voluntad para alcanzar sus pretensiones, incluso la llegada del presidente a su territorio, sin importar la afectación a terceros, cuestión centrada en la no flexibilización del protocolo establecido, a fin de abordar los temas previamente acordados, poniendo por encima las formas y dejando a un lado lo esencialmente importante: La agenda del diálogo acordado, lanzando una sombra de frustración y desazón a un pueblo que siempre acarició la idea de que esta crisis la podríamos transformar en una gran oportunidad.
A pesar de estar los dos actores: Presidente y Minga, en el escenario acordado, un territorio indígena en el corazón del Cauca, la cita fue fallida y con ello se perdió la oportunidad de iniciar un diálogo franco sobre aspectos trascendentales para el desarrollo del país, quizá no para finiquitarlos, en este primer encuentro, pero si para abrir una necesaria y urgente reflexión sobre aspectos álgidos para las presentes y futuras generaciones.
Adenda: Lamentamos la impresión cometida en nuestro escrito editorial del martes anterior, donde señalamos a la ministra de Justicia como la funcionaria que encabezó el equipo negociador del Gobierno en la mesa de negociación con la Minga. Es bien sabido que este papel lo desempeñó notablemente la Ministra del Interior.
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