- Inicio
- Mi Ciudad
- Mi Región
- Política
- Opinión
-
Deportes
- Copa El Nuevo Liberal
- Judicial
- Clasificados
- Especiales
El fallecimiento de Belisario Betancur marca quizás una frontera en los tiempos de la historia republicana de Colombia, ya que podría considerarse como el último de los presidentes de hechura clásica, pues, sin duda, se cuenta entre esos estadistas que tuvo por decenas el siglo XX, políticos sobre todo ilustrados, demócratas convencidos, sensibles a las necesidades de las comunidades y representantes aún de la dignidad que confiere la política, cuando esta se ejerce en su sentido más puro.
Además de tener una primera etapa de la vida llena de carencias, superadas con el paso del tiempo y el esfuerzo permanente, Betancur llegó a la política para hacer de ella su manera de servir a los demás, nunca a sí mismo, pues, entre otras virtudes, se le reconoció la de la humildad verdadera y la honradez a toda prueba.
Ya en su quehacer en el servicio público fue estudioso, paciente y perseverante hasta obtener la primera magistratura que fue, por años, su sueño y su más abnegada lucha. Ya en el solio de Bolívar dedicó su tiempo, sin faltar un minuto, a la búsqueda de la paz, y aunque no logró mayor cosa con tozudas guerrillas como las Farc y el Eln, militaristas y fundamentalistas, fue él quien marcó para el M-19 el camino de la paz, con el acuerdo de Corinto, que llevó a un cese bilateral al fuego que se rompió luego, pero el M-19 ya había definido un camino sin retorno hacia la paz, que firmó finalmente con Virgilio Barco.
En su gobierno, Betancur enfrentó tres grandes desafíos: el comienzo de la guerra criminal de Pablo Escobar, una vez revivió la extradición tras el asesinato de su ministro Rodrigo Lara Bonilla, y más tarde la toma del Palacio de Justicia y el desastre de Armero.
Para nuestra ciudad que en 1983 sufrió un devastador terremoto, Betancur fue clave en su reconstrucción. Así que, cada vez que un payanés o un turista maravillado de nuestra hermosa ciudad pregunte por su historia, siempre deberá haber un espacio de infinita gratitud al Presidente Belisario Betancur, su compromiso con la reconstrucción después del terremoto no tuvo limites, su actuar trajo la esperanza que le permitió a la generación del momento comprometer su empeño para poner piedra sobre piedra y erigir nuevamente a nuestra amada Popayán.
Este hombre sencillo de Amagá, Antioquia, enseñó también sobre la dignidad de la institución de Presidente, al hacer gala de elegancia, prudencia y respeto desde su condición de expresidente.
Aciertos y desaciertos hay en la vida de Belisario Betancur, como en la de todas las personas, y ante el hecho contundente de su muerte, solo debe expresarse admiración y agradecimiento a un hombre culto y decente que quiso e intentó hacer lo mejor para su patria.
Paz en su tumba.
Comentarios recientes