Los maestros hacen parte de un grupo de personas que tienen fe en infinita en lo que hacen; creen en el otro, y ayudan a su educando para que cumplan sus sueños, lo que hoy en día representa un comportamiento que poco se ve y que poco se aprecia.
En la sucesión de los días y los hechos muchas fechas se han destinado a la conmemoración de una institución, de una persona o de una costumbre hecha símbolo de quienes la encomian, pero la celebración que se hace para exaltar la figura del maestro tiene un especial significado, no sólo desde el punto de vista afectivo, sino del natural, porque ella es un emblema para todo los hombres.
Ser maestro conlleva la responsabilidad de crear ciudadanos de bien; es una labor de mucha responsabilidad que conlleva tan alto riesgo que apenas una hora de clase es suficiente para comenzar a forjar los cimientos de personalidad y sapiencia de quien está bajo su responsabilidad, educativamente hablando.
Si bien es cierto que la situación actual de la educación en Colombia no es la que necesitamos, también es de reconocer que los administradores que han llegado a la cartera ministerial, solo están pendientes de las cifras, dejando a un lado la cimentación y enriquecimiento de una infraestructura adecuada para enfrentar, por ejemplo, periodos de emergencia como lo que se atravesaron con la pandemia de la Covid-19 donde los profesores fue fundamentales para superar este desacelerado periodo, tanto económico como social.
Así que el maestro además de todo debe convertirse en un autodidácta para capacitarse y así cumplir con esa sagrada misión que muchas veces la sociedad pareciera no valorar. Por lo anterior, hacemos referencia a toda la responsabilidad que se le vino al docente para cumplir con el andamiaje de educar en plena cuarentena, donde la infraestructura de comunicaciones, base para la educación virtual, es en nuestro país una ‘colcha de retazos’ que a duras penas cubre porcentajes pequeños en las grandes ciudades y que ni asoma en las poblaciones de provincia en aquellas las regiones olvidadas por el Estado.
A lo anterior habría que sumarle que casi que a diario, profesores de diferentes partes del país, y especialmente de esas zonas apartadas y recónditas, se enfrentan con deficiencias de infraestructura, transporte, dotación, falta de recursos, entre otros problemas, lo cual hace que la labor del maestro en Colombia, sea una proeza.
Ni hablar de los salarios, y las condiciones de algunos docentes catedráticos en las universidades públicas del país, en donde se les paga por hora cátedra muy por debajo de lo que debería ser, y obviando la importancia de la educación como pilar fundamental de cualquier sociedad.
Así que este fin de semana cuando se conmemora el día de los maestro (15 de mayo) fecha que valga la pena aceptar, no fue bien valorada en el periodo de pandemia a la pandemia, no hay mucho que celebrar, pero sí mucho que exigir. Históricamente nuestro país, se ha caracterizado por las deficiencias del sistema educativo, situación que se evidenció cuando se puso en marcha la virtualidad; y eso es algo que urge cambiarlo.
En el Día del Maestro, invocamos a sanear el sistema educativo y también a fortalecer las competencias docentes. Necesitamos la mejor enseñanza, la mejor calidad de instrucción y mucha fe en el porvenir representando por los millones de jóvenes que hoy estudian en amagos de carpetas, con presuntos libros y con maestros que siguen remando contracorriente.