El pasado martes, en la vía Popayán – El Tambo, dos motociclistas fallecieron en un accidente en el que al parecer, colisionaron entre sí a gran velocidad. Según versiones, la causa del siniestro fue la imprudencia de uno de los conductores quien hacía piruetas y maromas en el vehículo de dos ruedas, contra el cual chocó el otro desprevenido motociclista.
Episodios de este tipo dejan mucho que desear sobre el control que debería de ejercerse sobre los motociclistas en Popayán y los accesos a sus municipios vecinos, ya que, la comunidad de la zona había advertido de la práctica de piques, no solo de motos sino también de automóviles y de acrobacias motorizadas sobre el eje vial que comunica a la capital caucana con la cabecera tambeña. Infortunadamente este tipo de accionar clandestino que protagonizan muchos jóvenes, ocurren también en otros puntos de la misma capital caucana y en zonas rurales de otras localidades circunvecinas a Popayán.
Y aunque la situación trágica de la que hablamos al comienzo de este editorial ocurrió en jurisdicción de la vecina municipalidad, debemos decir que quedan en entre dicho las recientes medidas tomadas por la alcaldía y la secretaría de tránsito municipal con la intención de poner en cintura a los motociclistas que, dicho sea de paso, en un alto porcentaje, incurren en violaciones a las normas de tránsito existentes, poniendo en riesgo su integridad y su vida, así como la de las demás personas que están en las vías.
Eso sí, tenemos decir que las autoridades del tránsito en la ciudad han sido firmes constantemente al dar las razones de sus decisiones tendientes al control del caótico comportamiento de tantos motociclistas, por lo que en diferentes intervenciones a la prensa hacen referencia a la prohibición de transportar mujeres embarazadas y niños menores de 10 años en moto, el no conducir en estado de ebriedad, no transportar carga de gran volumen que genere accidentes y no generar excesivo un ruido que genere un impacto auditivo perturbador para los ciudadanos”, entre otras normas claramente señaladas en el Código Nacional de Tránsito.
Cuando todas estas medidas se expiden o se refuerzan de parte de las autoridades, regularmente los motociclistas protestan llamando a la movilización callejera para exigir supuesto respeto sobre el gremio, respeto que creemos debe comenzar desde el ciudadano que no cumple con la normatividad, porque lo que se ve en las calles es exactamente lo contrario de lo que las normas exigen: siguen los niños y las mujeres embarazadas subidas en las motos; también los borrachos y las cargas imprudentes así como los exhostos atronadores. Todos estamos viendo, oyendo y sufriendo el desafuero de la gran cantidad de motociclistas (ojo, no generalizamos, porque no son todos, hay muchos también que sí cumplen con las normas) que se comportan como un clan, todo esto, pese a los continuos retener callejeros de la Policía de Tránsito.
Además, algo que ya es parte del escenario vial de nuestra capital, el creciente mototaxismo ha multiplicado no solo la presencia de estos vehículos en las vías, sino las imprudencias de los conductores, en lo que finalmente conforma una sumatoria mortal de fallas en el ejercicio de la autoridad por parte del gobierno que parece haber claudicado en silencio en su responsabilidad de contener a quienes se niegan a respetar las normas de tránsito desde una motos. Controlar el mal uso de las motocicletas en la ciudad no será fácil y mucho más si ahora incluimos la irresponsabilidad y atrevimiento de muchos conductores que se atreven a competir en sus vehículos; así que cualquier plan de las autoridades debe ser bien pensado y luego no debe abandonarse, porque se necesitan eliminar los desmanes en la vía, los actos imprudentes y los actos criminales que a diario vemos de muchos conductores de moto.