Por estos días, varios puntos de la ciudad estrenan lindos escenarios y zonas verdes, pensadas para la recreación e integración de la ciudadanía. Juegos para niños, aparatos para ejercitarse al aire libre, canchas deportivas, zonas de reunión y muchos otros elementos para el bienestar de la gente, hacen parte de estas nuevas áreas que ingresan al patrimonio del espacio público de toda la ciudadanía payanesa.
Sin embargo, es triste ver que varios de estos espacios, sin siquiera haber sido entregados, ya están siendo vandalizados por inescrupulosos que no tienen ningún grado de conciencia o de cultura ciudadana.
Sucedió igual con las obras de reposición de calzada en el centro de la ciudad y en otros puntos del norte, sobre la carrera 6, donde se instaló mobiliario para la señalización vial, al igual que modernas cestas para que los ciudadanos no boten la basura en la calle. Pues bien, en menos de seis meses, muchos de estos elementos que enlucen las nuevas troncales, han sido destruidos por energúmenos sujetos desadaptados que parecieran no tener educación básica alguna, de aquella que surge desde el seno de una familia, en la que se concientiza a sus miembros que lo público es de todos y por ende hay que cuidarlo y respetarlo.
Ante las acciones de individuos cuyo vandalismo pareciera ser parte de su ser, surge una ineludible pregunta: ¿En qué vericuetos se perdió el civismo y qué motiva la ausencia de compromiso colectivo que se advierte ante las agresiones al patrimonio colectivo?
En esta ocasión no se hace referencia a las tan criticadas fórmulas administrativas que han postrado el erario y los bienes de la comunidad y, que bien se sabe, son producto de profundos errores políticos que la ciudadanía no ha sabido enmendar tras continuos fracasos en la elección popular de dignatarios tras la llamada descentralización administrativa.
Lo que viene a cuento es la desfachatada actitud de muchos que se traducen en acciones contra los bienes municipales mediante pinturas, destrucción, deterioro y ultrajes a todo lo que signifique ornato, embellecimiento o decoración de sitios y establecimientos públicos o las mismas señales que permiten el ordenado discurrir de la vida ciudadana.
Seguramente hay debates sobre la estética, validez de los adornos, o los colores de los mismos con los que las administraciones propenden por la presentación del espacio público y los elementos construidos con recursos públicos. Y está bien que así sea, ya que la uniformidad solo deviene en dictaduras y monotonía. Sin embargo, son muchos los ejemplos planetarios en los que se pueden basar los urbanistas y planificadores criollos para acertar en su labor.
Mas todo queda esterilizado si proliferan los gamberros y desadaptados que tan pronto se realiza una intervención para pretender mejorar la presentación del entorno se vienen con pintura y elementos contundentes en ristre para destruir lo ejecutado y, luego, proceder a hurtar los elementos instalados.
Pueden ser elementos suntuarios para embellecer cierto punto de la ciudad, parques infantiles que sufren la acción de los descerebrados, las señales que son pintadas o deterioradas por los bárbaros, los receptores de basura que reciben la furia de los irracionales o las calles que tan pronto son aseadas se ven cubiertas inmediatamente por basuras y desechos.
Muchas de esas acciones provienen de mentes antisociales a las que únicamente les es útil la sanción que debe proceder de acuerdo con nuevo Código de Policía. No puede quedar una ciudad a merced de los vándalos.
Comentarios recientes