Por estos días, cuando la polarización política local está en su más alto nivel, se despierta una gran preocupación respecto a los niveles de agresividad e insultos con que se comentan en las redes sociales las informaciones relacionadas con uno u otro tópico de la actualidad política o social en la capital caucana.
Las redes crecieron en forma exponencial, pero tal vez en la misma medida, aumentaron los problemas generados por el uso de seudónimos y la presencia de usuarios múltiples, que escudados en el anonimato, convirtieron la red social en una trinchera para disparar a quemarropa contra el que se les antoje.
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Con esas características, es apenas lógico que la propaganda negra y la “rumorología” de la política encontraran en las redes un escenario ideal.
En las cuentas de Facebook y Twitter se volvió bastante habitual encontrarse con enfrentamientos de grueso calibre entre los defensores de una idea o de un candidato y quienes se muestran contrarios.
Desde ese punto de vista es lamentablemente que desde hace varios años, por aquello del anonimato y de los perfiles falsos que se pueden abrir en las redes sociales más populares, se volvió bastante común la descalificación del otro; el señalamiento y las condenas por sospecha, cuyo único propósito es causar daño.
Con razón numerosas personas, al ver la virulencia verbal, la falta de argumentos y la grosería que se volvieron habituales en los foros virtuales, deciden eliminar sus cuentas o migrar hacia escenarios mucho más constructivos y estimulantes.
Ejemplos por esto días pululan. Que fotos descalificando la comida de un restaurante, que comentarios falsos sobre la vida privada de tal funcionario, que las supuestas coimas provenientes de dirigentes políticos a determinados periodistas porque hablaron bien o mal de cualquier proceso de las actuales administraciones; que supuestos anómalos comportamiento de uno u otro ciudadano, etc., etc., etc… En fin, incluso muchas veces, las agresiones escritas, o con mofas a través de memes, vienen solamente porque se piensa distinto al otro. Allí si el asunto pasa de ‘castaño a oscuro’.
Y no es para menos ya que la violencia en las redes sociales causa un gran daño a cualquier actividad de la vida social en una comunidad porque aumenta la desconfianza en el ejercicio de lo público.
Los ciudadanos tienen el derecho fundamental a opinar y a participar en los procesos sociales o electorales que surgen por la dinámica de la ciudad; a conocer propuestas; a tener sus simpatías y prevenciones; a apoyar o no una causa. Pero ese derecho parte del respeto por el otro; por las ideas ajenas. Nunca la agresión y la descalificación pueden ser armas válidas para construir sociedad.
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