Probado está que el ser humano siempre ha estado determinado por dos elementos fundamentales que, en sus actividades y en el contexto en que las desarrolla, adquieren significativo valor, el cual le permite orientar sus pasos en el quehacer cotidiano de sus proyectos de vida. Estos elementos o dimensiones que se entremezclan, en el entramado social en que se encuentra, están en permanente lucha, sin ser antagónicas, ellas son: la realidad y la ficción.
La proliferación de medios de comunicación existentes permiten a las comunidades acceder a información suficiente, sobre los más disímiles aspectos de la vida, lo que lleva a su interiorización y que los significados que encierran estas dos dimensiones se hayan relativizado al grado tal que, en no pocas ocasiones, las personas naufraguen en su propósito de actuar de manera autónoma e independiente, dejándose llevar por las historias de ficción, negándose a actuar, con objetividad, en el terreno de la realidad.
Uno de las actividades que no está exenta de esta ‘dicotomía’ en nuestro país es la política, entendida como “la ciencia de la gobernación de un Estado o nación, y también un arte de negociación para conciliar intereses”, concepto que está relacionado con el espacio público e involucra los asuntos del ciudadano, por lo que nadie puede ser ajeno a ella; pero, paradójicamente hay grupos que la han “tomado” para sí, transformándola en ‘oficio’ que genera poder y, en no pocas ocasiones, riqueza, que utilizan para granjearse la confianza de los ciudadanos, quienes esperan que sus problemas y necesidades puedan tener solución con la acción de estos, perdiendo independencia, creatividad y capacidad resolutiva autónoma, en el contexto del colectivo, depositando en los primeros la confianza a través de herramientas que la democracia nos ha brindado: Las elecciones.
Es aquí, donde los conceptos de realidad y ficción, están fuertemente permeados por las diferentes narrativas que manejan y propagan estos grupos, máxime en épocas de profunda polarización como el que estamos atravesando, en el que grupos oponentes sobre realidades objetivas en lo social, político y económico, cada uno construye, con elementos de ficción, no el país que se puede desarrollar sino el que su imaginación les permite, manteniendo por encima del interés colectivo el interés individual o del grupo, profundizando cada vez más los niveles de frustración de sus electores, los ciudadanos de ‘a pie’, más no a otros que quizás si podrán estar representados, por lo regular pequeñas minorías bien sea de derecha o de izquierda, o como se viene desenvolviendo el tema electoral próximo, de centro, mediante nuevas narrativas y la recreación de escenarios construidos con ‘efectos especiales’, que hagan que sus discursos, cargados de ficción, estén lo más próximos a la realidad, a fin de cautivar a los ciudadanos.
Estamos asistiendo al lanzamiento de figuras “renovadas” de la política nacional y de “expertos” y “noveles” grupos políticos que les respaldan, a la Presidencia de la República, ya son cerca de 30 los aspirantes, ad-portas de entrar en franca carrera por las curules al Congreso de la República, a fin de montar el entramado que permita decantar la larga lista de presidenciables, quizá no por lo que requiere y necesite el país, sino por el que más respaldo pueda acumular en esta primera fase para llegar al Palacio de Nariño dentro de dos años. El Cauca, que en el último medio siglo se ha caracterizado por ahondar cada vez más su falta de protagonismo y liderazgo político a nivel nacional, está en una encrucijada que está determinada por la dura realidad que padece en todos los órdenes y por los experimentos fallidos de narrativas centradas en el mundo de la ficción. ya Aristóteles señaló la disparidad entre la crónica de la realidad, que estaría constituida por la historia, y el puro vuelo de la imaginación, lo cual recoge Cervantes, autor de El Quijote, cuando afirma: “uno es escribir como poeta y otro como historiador; el poeta puede contar o cantar las cosas, no como fueron, sino como debían ser; y el historiador las ha de escribir, no como debían ser, sino como fueron, sin añadir ni quitar a la verdad cosa alguna”, he aquí la tarea central de nuestra clase política, para los aciagos tiempos que estamos viviendo en esta región del país.