Los países que destinan más recursos y desvelos al sector educativo, superan con creces la tiranía de la pobreza y el lastre de la inequidad. Para ellos, ser maestro constituye una enorme distinción, atada a responsabilidades concretas y sublimes, pues no solo su remuneración económica sino también su aprecio y prestigio están en lo más alto de los estándares sociales.
Históricamente en Colombia la inversión en educación ha sido tacaña y pese al esfuerzo de los últimos gobiernos, nos situamos, según el informe Pisa, muy por debajo del promedio.
En nuestra región Andina y en la Costa Pacífica, la situación es lamentable: a Popayán y al Cauca, por ejemplo, regularmente no les va bien en las Pruebas Saber 11. Este colofón de todo el proceso educativo en nuestra zona geográfica, simplemente es el reflejo a una serie de falencias que comienzan en las mismas edificaciones donde se sitúan los colegios y escuelas; y hablamos a nivel de todo el departamento del Cauca, solo en el caso que nos relaciona directamente. Falencias que se van tornando más preocupantes conforme avanzan los calendarios escolares. En los colegios oficiales en localidades alejadas a las cabeceras, se comienzan a sentir la ausencia de docentes para determinadas áreas. Tras los reclamos de los padres de familia y estudiantes, dos o tres meses después, llega el profesor que se requería. Y más recientemente, las protestas por las irregularidades en la alimentación escolar. En muchos colegios de pequeñas municipalidades, a los niños les ha tocado que tomarse los colegios a fin que le den solución al tema de la minuta diaria.
Ahora, a todo esto le sumamos el cese de actividades que adelanta Fecode desde hace 25 días y el que ya anunció Asoinca a partir del 12 de Junio que afectará la normalidad académica en el Cauca. Estas protestas, en las que los educadores exigen mejoras salariales y servicios médicos dignos y eficientes, terminan violentando aún más la ya pobre calidad educativa, violando de paso el derecho a la educación a ocho millones de alumnos, quienes en últimas son los únicos sacrificados pues, cuando se firmen los acuerdos sindicales, los maestros intentarán a las carreras recuperar el tiempo perdido.
¿Por qué no utilizar otros mecanismos de presión social, distintos al paro indefinido? ¿Dónde queda el compromiso de enseñar y formar para la vida y la libertad? ¿Por qué no se traducen los logros sindicales, en mejores resultados académicos? Sería trascendental que nuestros docentes asumieran su rol de maestros, pues tienen las armas pacíficas más poderosas: el conocimiento, el ejemplo y la misericordia.
Resolver favorablemente esta situación, incumbe también a los gremios, líderes y demás autoridades y organizaciones sociales con incidencia en el desarrollo de la ciudad y el departamento, pues este no es asunto solo de maestros y entes gubernamentales, nos involucra a todos, ya que la educación es una responsabilidad de cada ciudadano.
Mientras el Gobierno y los educadores no se pongan de acuerdo, la educación en Colombia, en nuestra capital caucana y nuestro departamento, estará en cuidados intensivos.
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