El mundo, el país y, obviamente nuestra región, el departamento del Cauca y en particular su ciudad capital, vienen transitando un difícil camino en los procesos reactivación económica, después de las drásticas medidas de tipo sanitario que se tomaron para contrarrestar los contagios por la Covid 19, desde hace 18 meses, cuando apareció y se transformó en pandemia.
Todos los sectores, unos más que otros, experimentaron mayores niveles de pobreza, aumentó del desempleo, deteriorándose aún más la calidad de vida de sus habitantes, teniendo como una de sus causas la profunda crisis en que entraron las pequeñas y medianas empresas que no soportaron los confinamientos obligatorios, viéndose precisadas a cerrar parcial o definitivamente, lanzando a la calle a un apreciable número de trabajadores, abrigando la esperanza de que más temprano que tarde pudieran retomar sus emprendimientos.
Si bien es cierto que las actividades económicas y sociales se han venido desarrollando y se comienzan a dar visos de reactivación en varios aspectos como la construcción, una de las actividades de mayor generación de trabajo y dinamizador de varios sectores económicos asociados; las obras de infraestructura vial en el marco de Movilidad Futura; la construcción de ‘placa huellas’ en distintos municipios del Cauca, para ‘palear’ un poco el abandono histórico que han tenido las vías caucanas en el sector rural; la reanudación casi total de la actividad comercial, tanto en grandes superficies como en las actividades financieras y bancarias, restaurantes, bares y cines.
A la par de que los procesos de reactivación han venido ganando terreno en lo económico, es importante reconocer que la parte anímica de las personas ha mejorado sustancialmente, esto último expresado en el logro de mayores niveles de confianza sobre el manejo de la pandemia, ante el reconocimiento de que estará con nosotros por mucho tiempo y lo que tenemos que hacer es aplicar rigurosamente las elementales medidas de bioseguridad recomendadas por la comunidad científica como el lavado frecuente de manos con abundante jabón, el uso del tapabocas y el distanciamiento social, aunado a la cada vez mayor cobertura de vacunación completa para el mayor número de personas.
Sin haber olvidado que cuando comenzó la pandemia se habló con interés y entusiasmo de que asistiríamos a una Nueva Normalidad, la cual sería distinta a la vivida antes de la Covid-19, no deja de asombrarnos que lo que estamos viviendo no tiene nada de “nuevo”, se sigue expresando, en el mejor de los casos, más de lo mismo, agravado por los mayores niveles de inseguridad y afectación a la dignidad humana y al significado de la vida, lo cual requiere la intervención del alto gobierno y de la sociedad en su conjunto, ya que son aspectos estructurales enquistados en la cotidianidad.
Hay otros aspectos de menor significado, pero que generan afectaciones a las dinámicas sociales y económicas, los cuales requieren una redefinición, una de ellas tiene que ver con el Servicio, aún en Popayán, tanto en las actividades públicas como privadas, la atención al público o a los clientes es fatal, a diario tenemos que asistir al drama complejo de llamar a un teléfono de alguna entidad y esperar horas sin respuesta alguna, oyendo solo a la máquina que te da la bienvenida y te pide marques el número según el servicio que requieras y nunca te contestan, solo escuchas música o mensajes institucionales, herramientas tecnológicas muy importantes pero que no son adecuadamente administradas por los responsables. Lo cual obliga a que las personas tengan que ir a la dependencia en forma presencial y se topa con un funcionario, un empleado o un trabajador displicente, que regaña a la gente, haciéndola devolver; muchas veces, por no cumplir un simple requisito, sin considerar que son personas que vienen del sector rural.
Será cada vez más difícil avanzar en los procesos de reactivación económica y social sino nos preocupamos por fortalecer y consolidar buenas prácticas en la prestación de servicios, los cuales se deben caracterizar por la calidad, la calidez humana como se ofrece y la forma oportuna como se preste, se hace necesario que se desarrollen profundos procesos de formación a quienes atienden público para que sea una experiencia vivificante y agradable por parte de quienes buscan un servicio.