Hace 32 años en medio de la celebración más representativa de los payaneses, un Jueves Santo, la ciudad se estremeció por un terremoto y bastaron 18 segundos para que quedara prácticamente en ruinas.
Más de 200 muertos, unos 3 mil heridos y el 40 por ciento de la infraestructura urbana afectada de la entonces apacible ‘Ciudad Blanca’ de 120 mil habitantes, marcaron el comienzo de una nueva historia para Popayán.
Como se ha dicho muchas veces, luego vendría un verdadero terremoto social, producto de la emergencia y los masivos desplazamientos que se generaron hacia la capital del Cauca ante la expectativa de lograr una vivienda digna y los recursos pos terremoto.
Hoy la ciudad, con cerca de 300 mil habitantes ha expandido sus fronteras urbanas, luce completamente reconstruida y mucho más reconocida por su valioso patrimonio arquitectónico y legado histórico en la construcción de la República; su Semana Santa, con este antecedente luctuoso se alza con orgullo por la declaratoria de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, Unesco, como Patrimonio Cultura e Inmaterial de la Ciudad, tradición que ejemplifica la tenacidad de un pueblo por conservar su ‘Ethos’.
Sin embargo, esa bella imagen contrasta duramente con los cordones de miseria de los sectores periféricos de la ciudad, la cifras de desempleo que a pesar que mejorar lentamente, siguen siendo altas; la creciente inseguridad, la violencia cotidiana e incultura ciudadana, entre otros problemas, rezagos de este proceso y consecuencias de la agudización de los conflictos sociales y políticos del país.
Hoy en día, Popayán sigue creciendo de manera desorganizada, estirándose hacia todos sus puntos cardinales para intentar darle cobijo a los cientos de desplazados que llegan a la ciudad. En este afán, se construyen viviendas, legales e ilegales, en sitios a donde se dificulta la instalación de servicios públicos y en zonas que luego de varios años de pobladas, se decretan como no aptas para la construcción de planes habitacionales.
En medio de este crecimiento, destaca todo el proceso de renovación vial a costa del llamado Sistema Estratégico de Transporte Público, que en un par de años, le entregará a la ciudad calles, carreras y avenidas debidamente pavimentadas, en circuitos por donde transitarán los vehículos de servicio público que trasladarán a los ciudadanos a todos los rincones de la capital. Este proceso sin duda alguna podríamos perfectamente incluirlo en una reconstrucción post terremoto que embellecerá nuestra capital.
Lo cierto es que ante estas falencias y valencias de una ciudad viva que no parar de crecer, en una fecha como la de hoy no podemos marginarnos o negar la validez de cualquier tipo de análisis y discusiones que busquen un futuro acorde para quienes residimos en esta hermosa ciudad. Que hay que sacar y visibilizar todo el potencial de nuestras gentes y esfuerzos, que hay que reaccionar y empuñar nuevos liderazgos, todo eso es necesario y posible, pero con taparnos los ojos o vociferar seremos inferiores al legado de nuestros antepasados.
Además del sentido homenaje a nuestros muertos hace 32 años y a los gestores y artífices de la restauración de Popayán, debemos sumar la sincera reflexión sobre las herencias, retos y oportunidades de las nuevas generaciones que habitamos en esta nueva ciudad, erigida sobre un pasado glorioso que hay que enseñar a querer a interpretar, pero especialmente comprometidas con la construcción de su nueva historia.
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