Editorial: Nuestra cultura política

Por estos días, previos a la elección presidencial en el país, en un ambiente profundamente polarizado políticamente, muy propicio para algunos sectores que están en la contienda electoral, por los dividendos electorales que les genera, el tema de la cultura política adquiere un papel preponderante, entendida ésta como aquella actividad ciudadana compleja que comprende ‘valores, creencias y pautas de conducta relevantes para el proceso político que prevalece entre los individuos y grupos de la sociedad’, lo que ha llevado a académicos y estudiosos del tema a que este no es otra cosa que la punta iceberg, en lo que a la democracia se refiere, ya que la ella no es solo un constructo teórico sino la herramienta básica para que los ciudadanos puedan ser constructores de su propio destino, a través de amplios y transparentes procesos de participación, a fin de tomar decisiones políticas adecuadas y pertinentes, tanto de manera individual como a nivel de comunidades o grupos organizados, en las que las decisiones se toman de manera participativa y horizontal.

En virtud de que el mecanismo fundamental de la participación ciudadana es el sufragio universal, libre y secreto para elegir a los gobernantes y/o dirigentes, este se fundamenta en los sistemas de mayorías, no obstante, la existencia de elecciones no es un indicador suficiente para afirmar que un gobierno es democrático, es perentorio que se conjuguen otras condiciones o características, las cuales subyacen en el cultura política, ya que es a través de ella como se expresan los comportamientos ciudadanos. Entre las más relevantes podemos mencionar las siguientes: ‘Respeto por los derechos humanos consagrados por la Organización de las Nacionales Unidas; Libertad individual; Libertad para la asociación y beligerancia política; Distribución del poder en diferentes actores sociales; Sufragio universal, libre y secreto; Representatividad; Alternancia en el poder; Libertad de prensa y opinión; Igualdad ante la ley; Limitación del poder de los gobernantes; Apego al Estado de derecho consagrado en la Carta Magna’, aspectos que permiten definir o conceptuar que tanto una sociedad, en sus comportamientos, asume y desarrolla de manera integral cada uno de ellos y por ende afirmar el concepto y afianzar el ejercicio de la democracia como tal.

Pues bien, demostrado está que el conjunto de orientaciones culturales, en el campo político, que se han venido ‘cocinando’ de tiempo atrás en nuestro país, es esencial para la estabilidad, la profundidad y la calidad del sistema democrático propiamente dicho.  Bajo este contexto, el Director del Departamento Administrativo Nacional de Estadística -DANE-, entidad responsable de la planeación, levantamiento, procesamiento, análisis y difusión de las estadísticas oficiales de Colombia,  divulgó en días pasados una Encuesta de Cultura Política en el país desarrollada por este organismo nacional, los resultados bastante lamentables, no podían ser de otra forma, porque si miramos las características de la democracia antes mencionadas, una buena parte de ellas no se cumplen o se cumplen parcialmente en nuestro país, que se precia de estar enmarcado en un Estado Social Democrático de Derecho, hecho que ha servido para que algunos sectores, en épocas electorales, se rasguen las vestiduras, pero no asumen una posición autocrítica al respecto en el ejercicio del poder, cuando este se logra.

Dentro de algunas inferencias que se han hecho por algunos medios de comunicación sobre los resultados de la mencionada encuesta, cabe destacar: A los colombianos ya no les importa vivir en democracia. Una mayoría está insatisfecha con el sistema que nos gobierna y solo un 25% de la población cree que el país sí es democrático. La mayor parte de los colombianos está insatisfecho con la forma como funciona la democracia en Colombia. Hoy, el 55.6% de los colombianos consideran que el país es ‘medianamente democrático’.  Datos que han hecho que se haya lanzado un grito al cielo de “Muere la democracia en Colombia”, lo cual como es natural debe preocupar a todos, pero mientras prevalezca la corrupción en la política, los vientos de cambio cada vez serán más difíciles, tortuosos y dolorosos para lograr un país con bienestar y prosperidad.

Hoy los colombinos tienen la oportunidad de demostrar que es posible desandar el camino recorrido en la dirección de deslegitimar la democracia o de ponerla al servicio de unos pocos, como se ha hecho hasta ahora, asumiendo consecuentemente, en las elecciones presidenciales próximas, una posición autónoma, libre y soberana del voto.

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