Con la crisis sanitaria a cuenta del Covid – 19 que vivimos, un nuevo 24 de diciembre se posa en el calendario. En medio de restricciones, normas de distanciamiento y una amenaza de rebrote del virus, va terminando la tradicional novena de aguinaldos, que logra agrupar a las personas en torno a un mensaje espiritual, pues más allá de las meriendas y los villancicos que alegran las nueve noches; las oraciones, los buenos deseos y el sentido de la Navidad, permiten unir en un solo sentimiento, el del amor fraterno, el de las amistades leales y sinceras, el del compañerismo entre vecinos.
Este 24 de diciembre muchos estarán esperando un regalo de parte del Niño Dios o de Santa Claus, y muy seguramente cientos tendrán que aguantarse hasta el otro año, pues los más pequeños no saben de pobrezas, ni de razones por las cuales no todo lo que desean en la vida, aunque no sea material, se puede cumplir.
Como caucanos, muchos son los regalos y deseos que pudiéramos pedir. Entre las cosas materiales, cómo nos gustaría tener la doble calzada Popayán – Santander de Quilichao en proceso de construcción; los hospitales en buen estado, sin deudas y brindando una atención adecuada a la comunidad; parques y centros de esparcimiento listos para recibir a los ciudadanos. Sin embargo, valdría la pena pensar también, en aquellas cosas intangibles, y que requerimos para vivir un poquito más tranquilos, con armonía, con más sensibilidad.
Una ciudad y un departamento sin odios, sin arrogancia, sin mezquindades sería el regalo perfecto, no solo durante esta Navidad, sino siempre. Requerimos una Popayán sin la lujuria de quienes se creen omnipotentes para mandar e incidir en cualquier asunto público, pero también nos encantaría ver una ciudad sin pereza para trabajar y gestionar recursos que nos ayuden a ser cada día mejor. Hoy tendríamos que pedir que esta Navidad y en Noche Buena las riñas que hayan podido surgir entre hermanos, por cuenta de la ira, la avaricia o cualquier tipo de diferencia, se queden en los recuerdos del pasado. Que la soberbia de algunos personajes y que son malos ejemplos para la sociedad, disminuya, y sea un propósito de Año nuevo ser más humanos, más tolerantes, y menos viscerales.
No hay mejor regalo para cualquier persona que la armonía y la paz interior, y a eso tendremos que apuntar. Y con todo lo que está pasando en el mundo, la reflexión que nos queda es vivir la vida como venga, con amor, con paz consigo mismo y con los demás, con perdón y autoanálisis permanente. A veces salimos de casa sin despedirnos de los seres queridos, y nos enojamos con alguien por nimiedades, y en ese momento no medimos las consecuencias de las palabras, que pueden herir más que los mismos hechos.
Dejando a un lado todos los pormenores de la pandemia por la que atravesamos, tenemos que ponderar esta fecha especial de Navidad como lo que debe ser: una época de reflexión tanto personal como en el entorno en el que usted se mueve. Por ello, la invitación de EL NUEVO LIBERAL es esa. ¿Tiene que pedirle perdón a alguien? Hoy es el día perfecto para hacerlo. ¿Siente deseos de decirle a alguien que lo quiere? Llámelo esta noche y dígaselo, y si se puede dele un abrazo personalmente. ¡De eso se trata este cuento!
Estos días son propicios para que con fraternidad nos reencontremos en el seno de nuestros hogares, para fortalecer sentimientos de comprensión y armonía, para con serenidad disfrutar en unión de nuestra más inmediata semejanza. Lo más hermoso de estas festividades es que en ellas prima el compartir.
El Nuevo Liberal, sus directivos y todos los que en esta casa editorial laboran, desean a ustedes una feliz Navidad.