Editorial: Motos, ilegalidad y permisividad       

Las motos se han convertido en uno de los problemas de mayor atención para el tránsito de Popayán, sin contar con el potencial descontrol que significan para la seguridad ciudadana.

Sin embargo, la mayor preocupación para las autoridades municipales, se representa en el uso de una cantidad indeterminada de motos para el servicio ilegal del mototaxismo, que como tantas otras cosas igual de ilegales, como por ejemplo, las invasiones, las construcciones ilegales o las ventas ambulantes, se dejan crecer y crecer hasta que se vuelven un problema casi insoluble.

En tal sentido, debemos recordar que este jueves y el viernes, agremiaciones de mototaxistas anunciaron una marcha motorizada por las calles de la ciudad, en protesta por lo que ellos consideran, la persecución del tránsito y de las autoridades policiales en el municipio.

El mototaxismo existe porque tiene clientes, y los tiene porque el servicio formal en la mayoría de la ciudad no presta un servicio como el de las motos, que va puerta a puerta hasta por las calles destapadas y en peor estado de muchos barrios de Popayán. Nadie en su sano juicio se expondría al peligro de andar en una mototaxi si tuviera una alternativa mejor, de eso no tenemos duda, por lo que el servicio público y el aun demorado e incierto futuro Sistema Estratégico de Transporte, a medida que se expanda, en teoría, tendría que acabar con el grueso del mototaxismo, aunque seguramente habrá muchos sitios más adecuados para las motos durante muchos años más, mientras la ineficiente y no siempre transparente inversión pública llega a los barrios más remotos.

Luego están los también numerosos motociclistas que no son mototaxistas, que usan sus vehículos de dos ruedas más que todo para ir entre su hogar y su trabajo, y para hacer diligencias, o para la mensajería en compañías formales. Sin embargo, la realidad es que quizá hay pocos motociclistas ‘puros’, y una gran mayoría de los que no son mototaxistas permanentes aprovechan para recoger pasajeros mientras se mueven entre su trabajo formal y su hogar, para ‘rebuscarse’, y no dudamos de que los mototaxistas también hacen diligencias personales en sus motos, entre otras, transportar a miembros de su familia.

Esta frontera borrosa entre mototaxistas y motociclistas particulares también dificulta los procesos para reglamentar las motos.

El decreto que prohíbe los parrilleros en una periferia del centro de la ciudad ha disminuido en algo la inseguridad callejera en ese cuadrante, y es de conocimiento general que las motos son un vehículo favorito para personas que cometen todo tipo de fechorías, desde los sicarios hasta los carteristas y ladrones de celulares, lo que también dificulta favorecer a la mayoría de motociclistas correctos y sufren inevitablemente el estigma de usar ese vehículo, visto con sospecha por la comunidad y por las autoridades.

Tampoco es de poca monta la contaminación ambiental enorme causada por las emisiones de las motocicletas, que ya se cuentan en decenas de miles y su contribución a dañar la calidad del aire es notoria y ha sido objeto de estudios recientes.

Para ser claro tenemos que decir que el mototaxismo es ilegal, los políticos no pueden seguir usándolo para cautivar votos y luego ignorarlos hasta terminar alineados hacia la represión. Es un gremio que no se puede dejar crecer más de manera irresponsable.

No queda más remedio que ejercer mucha autoridad y pedagogía, y a la vez seguir explorando medidas efectivas como la prohibición de parrilleros, y tratar por todos los medios de crear más fuentes de trabajo formal. El reto no es pequeño, pero hay que insistir en superar el caos del motociclismo informal.