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Sabemos que una sociedad enferma podría estar ya moribunda, cuando un acto terrorista que cobra vidas humanas, lejos de generar la deseable unidad, exacerba los odios y agudiza la polarización reinante.
El Gobierno, las autoridades, la clase política del país y la ciudadanía en general, a través de las redes sociales, cumplen el deber moral de solidarizarse con las víctimas y de expresar su condena contra este cobarde acto criminal, y en ese ejercicio -porque se nos ha convertido en eso: en un mero ejercicio-, lo que sale a flote realmente es la indiferencia ante el dolor de las víctimas y la ausencia de un auténtico repudio contra estos inadmisibles hechos de terror.
El lamentable atentado ocurrido en un reconocido centro comercial de Bogotá el pasado sábado, detonó comentarios de todo tipo, como suele ocurrir en estos casos, y mucho más, si tenemos en cuenta que Colombia afronta un proceso de paz. Actos como estos, de los que hasta el final de la tarde de este lunes festivo no se conocían sus autores, alertan a los ciudadanos que sin importar estrato o condición socioeconómica, merecen vivir en paz.
Para ir más allá de las reflexiones, también hacemos un llamado para que las autoridades y todos los cuerpos investigativos del país esclarezcan este vil atentado y capture a los autores materiales y visibilizar los móviles que están detrás.
El llamado del presidente Santos ha sido a la unión, la cordura y la solidaridad, para afrontar este nuevo hecho que enluta a las familias colombianas, que esperan los resultados de las investigaciones que el mismo presidente decidió monitorear.
La reflexión que implica para todos los ciudadanos un acto terrorista como el recientemente ocurrido, es superar la polarización que estos hechos generan, pues parece que ya no nos importan las víctimas, no nos importa el acto de horror en sí mismo, lo que nos importa en el fondo es capitalizar esta tragedia en favor de la orilla de pensamiento en la que militamos. No importa desde donde veamos la tragedia, lo que debe permear las mentes es el anhelo de vivir en una sociedad justa que deje de agredirse a sí misma, que deje de caer víctima de las balas y de las palabras cargadas de odio.
Actos como estos alertan a los ciudadanos que sin importar estrato o condición socioeconómica, merecen vivir en paz.
No solo este repudiable y doloroso hecho, sino la hora que vive el país, demandan la unidad del pueblo colombiano, no alrededor de ninguna corriente de pensamiento político, sino alrededor del pueblo mismo. Es hora de entender que la lucha no es entre nosotros, que valen las diferencias, que debemos aprender a convivir con nuestras diferencias de pensamiento, por más profundas que estas sean, pero la lucha es contra la criminalidad, contra la corrupción, contra la falta de oportunidades, y contra un sinnúmero de problemas más.
Es la hora de unirnos como país, y al menos en este caso atroz de terrorismo vil y cobarde, decir todos que nos solidarizamos con las víctimas y repudiamos este acto, venga de donde venga, sea de quien sea. Es hora de rodear el proceso que llevó a la terminación de una confrontación armada de más de 50 años que desangró al país. Es hora de que todos desarmemos nuestros corazones y comencemos a convivir con las diferencias. Es hora que pacifiquemos nuestras almas…
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