El pasado lunes, en el llamado Día de las Velitas, la pólvora no fue el epicentro de una celebración muy querida por los colombianos. Por lo menos en Popayán, ya no fue noticia la cifra de quemados por el uso de este producto explosivo, con el que, de forma errada, muchos supuestamente festejaban, exponiendo su integridad física, la de sus seres queridos y en general de la comunidad que les rodeaba.
Es un hecho que ese prejuicio cultural y social de que en diciembre, el estallar de los voladores y los juegos pirotécnicos, se generaba una sensación de alegría, y se evocaban recuerdos de antaño, está desapareciendo. Aquello de que el olor de la mecha y el tote quemado transportaban a las navidades de antes, es simplemente otro recuerdo más.
Y es que no podemos olvidarnos de que las inofensivas chispitas mariposas dejaron de ser atractivas para los más pequeños y que eso de sentirse capaz de encender un volador o incluso de experimentar otro tipo de maniobras peligrosas, año tras año viene generando consecuencias desastrosas en el país, incluyendo al Cauca, departamento que el año pasado registró 68 personas lesionadas por las explosiones de la pólvora.
Para nadie es un secreto que la pólvora constituye un grave peligro para todos los habitantes, así se diga que solo se trata de los inofensivos fósforos de Bengala, o los chorrillos ornamentales, o las velitas romanas, que según algunos alegran las noches de diciembre. Porque no puede haber alegría, ni jolgorio, ni distracción, ni regocijo y mucho menos una larga noche de encuentro y de familia, cuando una “chispita” o un juego artificial mal utilizado puede convertir aquello en una fecha de dolor, de angustia y de recuerdos imborrables.
Todos los años por esta época, muchas alcaldías ya han expedido decretos que prohíben la fabricación, almacenamiento, venta, transporte, uso, porte y tenencia de cualquier tipo de fuegos artificiales, luces pirotécnicas, pólvora fría, globos y similares; y ha establecido severas sanciones para quien incumpla la norma. En Popayán aguardamos que la administración municipal haga cumplir la normatividad respectiva, ojalá también con una buena campaña educativa a bordo.
Ahora, la ciudadanía está llamada a entender que, además de la expresa prohibición por disposiciones legales, a nivel nacional, regional y local, es un riesgo manipular elementos que pueden salir defectuosos o que detonados y lanzados por inexpertos terminan convertidos en una amenaza para el amplio espectro comunitario: niños, ancianos, personas enfermas e hipersensibles al ruido, y las mascotas y la fauna alrededor. Hay que agregar que, junto con los globos de mecha, la pólvora es un potencial causante de incendios.
Y aparte de todo, las mascotas, especialmente los perritos, sufren con el estallido de los voladores, y esa es otra consecuencia, que valdría la pena considerar. No está de más, recordarle a quienes tienen mascotas, que, por estos días de diciembre, le pongan mayor atención, no los dejen sueltos en lugares donde puedan escapar asustados, y mucho menos en balcones y terrazas.
No se justifica que los padres dejen a sus hijos manipular volcanes, piñas, voladores y similares en esta época, solo porque creen que así los hacen hombres. Por esta nefasta costumbre, muchos niños han resultado quemados y con extremidades perdidas.
Poco a poco, los payaneses y en diversos municipios del Cauca han dejado de usar pólvora, pero todavía quedan quienes lo hacen. Hay que seguir insistiendo para erradicar de una buena vez, esa mal llamada tradición decembrina y de fin de año.