La racha de accidentes de tránsito ocurridos en las últimas semanas que han dejado varios ciudadanos fallecidos y donde conductores en estado de ebriedad han tenido alta responsabilidad, deja en evidencia, entre otras cosas, el grave problema que representa la ingesta excesiva de alcohol en nuestra sociedad, a tal grado que se convierte en una verdadera calamidad para muchas familias, tanto para allegados de las víctimas mortales y para los causantes de los siniestros.
Hay quienes lo consideran igual de perjudicial para la especie humana que las drogas alucinógenas, pero el tratamiento que le dan las sociedades y los gobiernos de los diferentes países del mundo, es radicalmente distinto.
La verdad es que tanto el alcoholismo como las situaciones que se derivan de beber alcohol en exceso no son lo suficientemente contabilizados, particularmente en un país como Colombia, que tiene indicadores de consumo que deberían prender todas las alarmas.
Sí. En este país además de los recientes aumentos de penas para los conductores borrachos, eso sí con muy buenos resultados que es necesario aplaudir, muy poco se habla de las consecuencias del consumo cotidiano de bebidas embriagantes en exceso. Consecuencias que van desde muy serios problemas de salud para quienes lo hacen, hasta violencia doméstica así como la ruina permanente de innumerables núcleos familiares.
Sin embargo, y en esto hay que insistir hasta el cansancio, la ingesta de alcohol y el comportamiento de quienes abusan de esta sustancia, es tomado como un chiste y algo incluso de lo que hay que jactarse socialmente, a diferencia del tratamiento que padecen por ejemplo quienes sufren de una adicción a las drogas.
Mientras todo esto sucede, Colombia tiene un consumo per cápita de 6,2 litros de alcohol al año, una medida que se encuentra en concordancia con el promedio mundial pero sobre la cual no hay que descuidarse. Sobre todo, cuando Latinoamérica es después de Europa la región donde más se bebe anualmente.
Es que una persona alcohólica no solo destruye su propio cuerpo. Las consecuencias de su enfermedad afectan y en gran medida a su entorno más cercano, cuando no incluso su desempeño laboral e incluso su supervivencia misma.
En Colombia no existen estadísticas precisas sobre la cantidad de familias deshechas por causa del alcohol, el número de agresiones principalmente a mujeres bajo la influencia de esa sustancia y menos aún la pérdida de productividad de trabajadores con ese padecimiento. Pero con seguridad absoluta son alarmantes. Incluso, los números estadísticos sobre la ingesta de bebidas alcohólicas a nivel nacional, regional o local, son escasas y muchas veces con datos no creíbles debido al subregistro que este tipo de tema arroja.
El alcoholismo y todas sus ramificaciones deben ser considerados como un problema social y como tal, merecen políticas de estado que comiencen por llevar estadísticas precisas y datos muy exactos de casos y ocurrencias, con el fin de hacerles seguimiento e intentar así disminuirlos. También, campañas de concientización masiva dirigidas a combatir esa afección así como su tolerancia social, ya que son sin lugar a dudas crueles enfermedades que golpean a la humanidad.