En diversas ediciones anteriores hemos hecho referencia al abuso del espacio público, pero no solo por parte de comerciantes informales, sino también desde la formalidad. Porque el uso de los andenes para promocionar mercancía, o como taller automotriz, e incluso para poner conos y vallas en gran parte de una calzada de una vía, llegando incluso al cierre de calles auxiliares, argumentando seguridad.
En las calles del centro de la ciudad, y en algunos barrios donde el comercio es fuerte, sin importar que haya avisos prohibiendo el parqueo, hay hileras de carros estacionados y cada sector suele tener su ‘dueño’, un informal que aparece diariamente y cuyo trabajo consiste en cobrarles a los propietarios al irse, y casi nunca preguntan si el conductor desea este servicio.
En diferentes puntos, sobre todo en áreas aledañas a las plazas de mercado, cada cuadra tiene también sus ‘dueños’ del espacio público, y rehusar sus ofertas de estacionamiento puede acarrear desde una agresión verbal hasta un conato de violencia física si el conductor expresa no querer estos servicios impuestos a la fuerza. Esta historia es similar los días domingos en los alrededores de los templos, a donde los fieles arriban en sus vehículos para participar de las homilías.
En casi todos estos oficios hay turnos diurnos y nocturnos, y también rotación durante los días de fiesta. Ninguna de estas personas permite que otra llegue a ponerle la competencia, y hacerlo puede causar violencia al defender ‘su’ territorio contra el recién llegado.
Ahora, recientemente, la administración municipal cerró el espacio de parqueo de vehículos en el llamado parque del reloj. En dicho punto, dos personas se habían ‘adueñado’ de ese espacio, cobrando una tarifa por el cuidado de los carros. Al punto diariamente llegaban hasta 50 o más automotores. Ahora, dicha zona quedó reducida a un pequeño rincón en el que estacionan automotores, en especial de clientes y ejecutivos de las empresas que operan en el sector. Igualmente, un ‘rebuscador’ se apoderó de este espacio.
Y ahora los semáforos también tienen dueños, porque en muchos de ellos en toda la ciudad hay saltimbanquis haciendo sus espectáculos, desde malabares con varios machetes lanzados al aire hasta bailes acrobáticos con teas encendidas, cuando no está allí un ‘robot’ lleno de luces que aparece en las noches, además de los ubicuos limpiadores de parabrisas de autos, que los mojan sin preguntarle al conductor si desea el servicio.
Estamos seguros que estas personas recurren a estos oficios no porque les parezcan divertidos, sino porque es su única solución para llevar algo de comida a casa.
Pensar en maneras prácticas para generar más empleo es el deber de los sectores privado, público y académico, y hacer esta labor es urgente.
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