El pasado fin de semana, el Concejo de Popayán aprobó el proyecto por el cual se admite el plan de obras de interés público para la ciudad y se autoriza el cobro de la contribución por valorización para su financiamiento, propuesta presentada por la administración municipal.
Como era de esperarse, todo este procedimiento cumplido en la corporación local, con su esperado final, levantó toda una polvareda a lo largo y ancho del municipio, despertando opiniones encontradas entre la favorabilidad o no de este tributo que saldrá del bolsillo de los propietarios de predios en la capital caucana.
Desde nuestra óptica, en principio tenemos que apegarnos a una cruda realidad, en la que la contribución por valorización se convierte en una fuente obvia para financiar obras de uso común en la urbe. Pero desde esa misma idea, agregamos que es también natural que contribuyan más quienes más se beneficien de la obra. Asimismo, debe ser claro que el sistema de valorización aplica como un mecanismo válido para la construcción de obras de infraestructura importantes para el crecimiento y desarrollo de las ciudades. La única manera que un municipio con unos recursos tan limitados como el nuestro, puede comprometerse con grandes proyectos físicos, es trasladando parte de sus costos a quienes se vean más directamente beneficiados con su construcción. Entre otras cosas, porque no sería justo que una propiedad cualquiera multiplicara, de un día para otro, su valor con el hecho que el municipio construyó a su alrededor una obra de infraestructura grande, y su dueño no pagará un solo peso por esta mejora.
Lo importante en esto es que, de un lado, las obras que se proyecten y se cobren sean realmente las que necesita con urgencia la ciudad, dejando a un lado cualquier compromiso político de la administración, y del otro, que se hagan efectivamente con un cronograma serio y apegado a fechas reales. Lo último lo decimos porque van más de siete años de construcción de un corredor vial para un sistema de transporte público, del que a duras penas se está viendo una leve luz para salir de ese hueco.
En tal sentido, es claro que todos estos retrasos generan entre la ciudadanía, una elevada percepción de lentitud para la ejecución de obras civiles, razón por la cual se muestran renuentes y se ponen en pie de lucha contra esta clase de tributación. Ahora, aparte de lo anterior, la experiencia ha demostrado que las obras anunciadas terminan valiendo muchísimo más de lo que se proyectaron y entonces regularmente quedan empezadas o terminadas a medias.
En teoría, estamos hablando que los recursos por Valorización beneficiarán a toda la ciudad con obras de alta prioridad y que difícilmente podrían financiarse con los ingresos corrientes que genera la capital caucana. Como bien lo asegura la secretaria de infraestructura de Popayán, este proyecto permitirá atender el mejoramiento vial y la construcción de nuevas vías, desde una perspectiva planeada y que permita el desembotellamiento en la movilidad.
Hay una razón adicional. Uno de los problemas nacionales, y de Popayán en especial, es el desempleo y restablecer la contribución de valorización y el vasto plan de obras públicas podría demandar el uso de esa mano de obra que hoy está cesante.
No obstante, y a partir de la experiencia que vivieron otras capitales, la valorización es quizás el tributo que más críticas y rechazo ciudadano suele recibir, justificado por la demora en la ejecución de las obras, la mala calidad de algunas de ellas o los errores en la facturación. Ojalá se aprenda de todas ellas para que aquí el proceso sea justo, expedito y sobre todo transparente.
Todo lo anterior requiere una paciente labor de pedagogía del ciudadano, que tiende a pensar que los trabajos por los que paga no lo benefician realmente. O no comprende que el pago de las valorizaciones incluye la ejecución de los trabajos y los diseños de los que se avecinan.
Así pues que, aunque suene duro, tenemos que rematar diciendo que es con impuestos, tributos, contribuciones (como quieran llamarlo) como se hacen las ciudades.
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