Ya entramos, en esta semana, a ciento cincuenta días de Aislamiento Preventivo Obligatorio con todas las prórrogas que ha tenido, desde el primero, que fue bastante drástico, y que se promulgó el pasado 24 de marzo, en el contexto de la Emergencia Social, Económica y Ambiental, hasta la que nos llevará al 31 de agosto próximo, pasando, desde el 17 de abril, por lo que sería el “Aislamiento Preventivo Obligatorio Colaborativo e Inteligente”, etapa que ha estado plagada de muchas manifestaciones de indisciplina social, falta de solidaridad, más allá de las ayudas materiales, alto grado de improvisación, caso día sin IVA, y poca responsabilidad en el autocuidado personal y familiar.
Una característica central de estas prórrogas es que cada vez la siguiente tiene un mayor número de excepciones, buscando armonizar los procesos asociados a la atención en salud y la reactivación económica, a fin de contrarrestar problemas como el desempleo y la profunda contracción que viene experimentando la economía debido a la pandemia.
En este devenir, ante una situación a la que nadie estaba preparado, ha sido el método del ‘acierto y el error’ y el aprendizaje acelerado sobre lo realizado por los países en donde se inició el Covid-19, desconociendo sus componentes culturales y desarrollos en infraestructura hospitalaria, talento humano y fortalecimiento económico, es decir, hemos estado sumergidos en un aprendizaje colectivo, focalizado en el inicial poder omnímodo sobre el manejo de la pandemia por el gobierno central; uno de los aprendizajes logrados es el que una situación de carácter nacional no podía atenderse solo desde Bogotá, tenía que involucrarse a las autoridades territoriales, aprendizaje que ha tenido sus más y sus menos; en el primer aspecto porque quienes más conocen las realidades locales y regionales son las mismas personas y gobernantes de dichos territorios, a pesar de ser conscientes de que esa descentralización aún está muy amarrada a los hilos del poder central, máxime cuando regiones, como el Cauca, tienen una marcada dependencia del gobierno nacional; en el segundo aspecto, en la primera fase de los alivios gubernamentales, la entrega de mercados a la población más vulnerable, por que más de un gobernador y un alcalde asaltaron la confianza dada y dieron rienda suelta a actos de corrupción que hoy los tienen bajo la lupa los organismos de control del Estado.
Este duro aprendizaje nos ha llevado a resultados pocos halagüeños, vistos bajo la óptica mundial y regional, en las Américas. Hoy tenemos cerca de 400.000 contagiados, 13.000 fallecidos y sin una expectativa cierta de la llegada del ‘pico’ de la pandemia, que nos llevaría a entrar a una meseta donde se estandarizan las cifras y después de un tiempo, comenzar un importante descenso, a fin de esperar con menos zozobra el momento proverbial de contar con una vacuna.
En toda esta época. los medios de comunicación han jugado un papel muy importante, a pesar de las duras restricciones que la pandemia le ha planteado a los periodistas para el ejercicio de la reportería en campo, la investigación social y la contrastación de fuentes, así como su estabilización económica por la carencia de pauta publicitaria privada y oficial y la falta de apoyo gubernamental para garantizar la prestación de este esencial servicio público, eje central en cualquier democracia moderna.
Los aportes de los medios impresos y virtuales pueden sintetizarse en aspectos tales como: Contrarrestar en buena medida las fake news sobre la pandemia, que navegaban por las redes sociales, gracias al manejo fidedigno, argumentado, profesional y sustentado en datos relevantes sobre las diferentes actividades relacionadas con el Covid-19. Denunciar de manera oportuna las indelicadezas de varios gobernantes y funcionarios del gobierno central en la contratación y distribución de ayudas a los más vulnerables. Registrar desde las regiones más apartadas las deplorables condiciones como las comunidades venían enfrentando la pandemia, muchas de ellas sin ningún apoyo gubernamental de carácter nacional, llamando con ello la atención del ejecutivo central. Visibilizar, con mayor crudeza, las deudas históricas y falencias en los territorios por el exacerbado centralismo del país, así como el sistemático asesinato de líderes sociales, incremento del feminicidio y crecimiento de la inseguridad en los campos y ciudades, males endémicos igual o quizá más graves que los que nos va a dejar la pandemia.