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El Foro Económico Mundial que tuvo lugar en Medellín a mediados del presente mes, produjo no pocas repercusiones, de un lado, la predecible: más de dos millones de dólares que ingresaron a la economía local por cuenta de la presencia de las delegaciones asistentes (allí sí que saben para que sirve ser sede de un evento); además, para promocionar la ciudad ante inversionistas de todo el mundo. Los temas tratados, por cierto, tuvieron como foco acuciantes asuntos que atañen a Colombia, así como opciones para concitar esfuerzos y recursos, como ha de ocurrir de firmarse la paz con las Farc. También hubo lugar para un par de exabruptos del Presidente Santos que, definitivamente, tiene dificultad para comunicar su pensamiento o divulgar sus ideas.
Pero como todo lo sucedido no cabe en este espacio, es menester referirse a un asunto que bien puede tener aplicación en el corto plazo y habrá de tener influencia en el devenir del país: la financiación del pos acuerdo, que no ha de producirse en medio de bonanza económica sino en época de vacas flacas, donde cada centavo empleado debe cuidarse con extrema rigurosidad.
Los anuncios y las cifras pueden resultar engañosos y bien vale la pena ponerlos en perspectiva. Ya se conoció la oferta del Banco Interamericano de Desarrollo, BID, que habló de un millardo de dólares anuales (no dijo por cuantos años), así como de la Corporación Andina de Fomento, CAF, que se refirió a una cifra parecida. Dineros que han de sumarse a los cien millones de dólares, con los que el gobierno colombiano inauguró el fondo y promesas por otros 600 millones de dólares, de gobiernos amigos.
Dejando de lado el monto que ha de prestarse a debates, es bueno recalcar algo que aquí se dijo hace unos días y que debe quedar claro desde el principio: una cosa es la agenda de desarrollo del país como un todo y otra la surgida por ocurrencia de la firma de la paz y las tareas del pos acuerdo.
De hecho y con referencia a esta última parte, no habrá un parámetro aplicable, en su integridad, a todas las zonas donde ha tenido influencia el conflicto, ya que cada región tiene sus prioridades, peculiaridades y ha experimentado diversos grados de afectación; bien puede decirse que esa diferenciación ocurre cuando se analiza cada una de las localidades. Por supuesto, quienes saben del tema son quienes conocen la complejidad local y regional y no, como ocurre a menudo, unos burócratas que suponen que al norte de Usaquén y al sur de Soacha, es la mar ignota y planifican y pontifican desde sus escritorios en la Sabana de Bogotá, con la correspondiente posibilidad de error y despilfarro.
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