¡Economistas con la mano en el corazón!

HÉCTOR RIVEROS SERRATO

@hectorriveross

¿A quién se le puede atribuir la responsabilidad de que el Pacífico colombiano esté en las condiciones de marginalidad y pobreza en que ha estado históricamente?:

  • a los políticos que se lo han robado todo
  • a los politólogos y abogados que no han hecho un diseño institucional adecuado
  • a los economistas que han impuesto un modelo de desarrollo inadecuado
  • todas las anteriores

Sin duda, la respuesta correcta es la número cuatro, pero quisiera concentrarme en la respuesta número tres, la que le atribuye la responsabilidad a los economistas y por tanto propondría la necesidad de un modelo de desarrollo distinto.

Lo hago en homenaje a Miguel Alejandro Rodríguez, un estudiante de economía de la Universidad de Los Andes cuya historia contó conmovido Juan Camilo Cárdenas su profesor y decano en esa facultad en la apertura del evento de clausura del segundo cohorte de la escuela de economía que para líderes del Pacífico ha realizado esa universidad con el impulso de la organización Manos Visibles, una ONG ejemplar que dirige la ex ministra Paula Moreno.

Miguel, nació en Tadó, obtuvo el mejor puntaje en el departamento en la prueba Saber 11, que aplica el ICFES a los bachilleres, obtuvo la beca crédito del programa ser pilo paga y se inscribió en la facultad de economía de Los Andes, donde se han formado buena parte de los que cabrían en la respuesta tres. Durante los cinco semestres que cursó se destacó como líder. Era monitor, tutor, promotor de cuanta cosa, hasta que hace tres días cuando venía de regreso a Bogotá a retomar sus estudios después de vacaciones, el vehículo en el que viajaba cayó en un abismo en el municipio de Carmen de Atrato en la “carretera” Quibdó Medellín y falleció junto a tres personas más.

“Estudio economía porque sueño con contribuir al cambio de la realidad social de mi país” escribió hace poco Miguel en unos párrafos que le pidieron para motivar a los nuevos bachilleres en la escogencia de sus carreras.

El decano cerró su intervención con una imagen de Miguel sonriendo y dijeron que siempre estaba así. En el Chocó la gente vive con esperanza no con rabia. Tienen todo lo que les da la naturaleza y les falta casi todo lo que el Estado tiene que proveer y para ayudar algún día a suplir eso Miguel regresaba a Bogotá a seguir su carrera.

Ahí estaban reunidos los líderes de los recientes paros del Pacífico, con estudiantes y profesores y se preguntaban: economía ¿para quién?

Los economistas que desde los años 70s han desfilado por Planeación Nacional y el Ministerio de Hacienda no han tenido una sola idea eficaz para cambiar la situación de la gente del Pacífico. Algunos programas han servido de paliativo para la pobreza endémica pero no han promovido el desarrollo y ahora recorremos el mismo camino.

Se anuncian billonarias inversiones, pero esas se concretan en carreteras para que las tractomulas lleguen más rápido al puerto, como si no estuviera demostrado que la prosperidad de la actividad portuaria no se traduce en prosperidad para la gente de Buenaventura.

Se sigue pensando el desarrollo en los mismos términos en que se concebía en el siglo XIX a partir de lo que da la tierra como si el motor de la economía contemporánea no fueran el conocimiento, la tecnología y la innovación.

Nadie propone nada concreto para el corto plazo. Los economistas no proponen algo para los 1824 jóvenes que se quedan por fuera de los programas que ofrece el    SENA en Quibdó cada semestre. ¡Se inscriben 2794 para un cupo de algo más de 1000 y finalmente se forman menos de 900!

La única opción de generar empleo requiere que los economistas entiendan que las condiciones de desigualdad a las que tienen sometidos a los habitantes del Pacífico requieren acciones afirmativas, que ellos llaman subsidios. A esos funcionarios de Hacienda y Planeación que creen que esas medidas distorsionan el mercado habrá que explicarles que allá no funcionan las reglas del mercado como se las enseñaron donde hicieron su posgrado.

Habrá que contarles que con un pequeño subsidio en Quibdó funciona hoy un call center que es la empresa privada que más empleos formales tiene en esa ciudad y que si hubieran permitido que se aplicaran otro tanto de subsidios hubieran podido dar trabajo estable a la cuarta parte de los que golpearon las puertas del SENA y les dijeron que no había cupo.

Esos mismos son los que tienen bloqueados los decretos reglamentarios necesarios para echar a andar los incentivos tributarios que se aprobaron en la reforma tributaria para promover la localización empresarial en las zonas más afectadas por el conflicto.

Miguel les hubiera podido explicar pero se lo llevó el mismo abismo que se llevó a 11 hace un año y a 40 y tantos hace cinco y un largo etc, que ha llevado incluso a que se condene al INVIAS a “ejecutar las obras necesarias en el trayecto La Mansa-Quibdó, para que en lo sucesivo no ocurran más accidentes de tránsito” y a realizar “un acto público en Quibdó en el que se reconozca la responsabilidad, en el cual presenten ante la comunidad los proyectos de obras que se ordenen realizar”.

En la práctica los condenados siguen siendo los que tienen que transitar por la “trocha de la muerte” para ir a buscar a Medellín un médico especialista que no se consigue en Quibdó o una universidad acreditada que no hay en todo el Pacífico y lo tienen que hacer por vía terrestre porque el tiquete de avión cuesta en promedio el doble de lo que cuesta uno de Bogotá a Cartagena y ¡a los economistas les parece que pensar una forma de subsidio mientras terminan la carretera -que llevan 114 años haciendo- distorsiona el mercado!

Ayer, ahí en la meca de las políticas económicas de los últimos sesenta años, parecía que su acercamiento al Pacífico y la ilusión de Miguel les ha hecho entender.