JENIFER VANESSA SARRIA SIERRA
Es evidente que la base de los planes de estudios en Colombia es económica. La educación en este país prepara a los estudiantes para ser trabajadores y no para ser personas formadas como ciudadanos relevantes en los ámbitos nacional y mundial.
Se sabe que mucho antes de implementar el idioma inglés como segunda lengua a aprender, el latín estaba presente y ya era obligatorio manejarlo debido a la fuerte relación entre la Iglesia católica y la formación pedagógica. Pero poco a poco el latín empezó a desaparecer de las escuelas, ya sea por desuso o porque la globalización comenzó a ser un tema de mayor trascendencia en el mundo. Como Estados Unidos es una potencia mundial y un enorme foco de comercio, su lengua se convirtió en el idioma de los negocios. Entonces se dejó de lado la importancia de la religión y la espiritualidad para centrarse en las habilidades laborales, de acuerdo a las competencias de los estudiantes.
La política educativa de Colombia empezó a estructurarse en torno a las posibilidades económicas que se abren si se aprende el inglés como segunda lengua. Para los estudiantes, aprender dicho idioma es una fuente potencial económica, por lo que las autoridades comenzaron a integrarlo en los programas de aprendizaje acordes con la Ley Nacional de Educación.
Se entiende que el idioma inglés hace que la comunicación sea eficiente a nivel internacional y que gracias a él se puede contribuir a la mejora del comercio global. Es así como aprenderlo y manejarlo implica una ventaja que ayudará a comunicarse sin barreras.
A nivel académico y de investigación, aprender inglés permite a los estudiantes acceder a una mejor educación en diferentes países anglosajones que cuentan con universidades de prestigio. Al conocer y comprender esta lengua, se tiene la posibilidad de tener más información, nuevas fuentes de investigación, así como conocer nuevos avances tecnológicos, científicos y formativos.
Los estándares académicos de cada asignatura, según el Ministerio de Educación Nacional, están hechos para seguir un correcto camino de enseñanza y aprendizaje. Estos estándares formulan preguntas problematizadoras, proyectos pedagógicos y, sobre todo, competencias que los alumnos deben alcanzar en un período de dos años. En el papel todo es perfecto, está muy bien organizado y excelentemente detallado para que los estudiantes aprendan a hablar inglés, sepan cómo deben escribirlo, cómo deben entenderlo al leer y cómo deben escribirlo al redactar, pero la realidad en la enseñanza es muy diferente. La realidad es que el ejercicio de aprendizaje solo se centra en la memorización del vocabulario y en el conocimiento de la práctica, evitando la didáctica en la praxis de esta lengua.
Culturalmente se dice que gracias a no tener barreras idiomáticas (porque el inglés es el idioma universal) los alumnos y ciudadanos en general pueden acceder a nuevos países y culturas. Sin embargo, la gran pregunta es: ¿por qué las naciones del tercer mundo deben olvidar sus raíces y antepasados a cambio de dinero y de la ilusión de una “vida perfecta”, bajo la excusa de tener una mejor educación si eres bilingüe?
El denominador común tanto de NBP como de CVW es afirmar que “el aprendizaje de idiomas es un medio para el desarrollo social específicamente porque genera más oportunidades laborales (MEN, 2006). Este parece ser el único motor de todas las agendas políticas y campañas electorales en materia de objetivos educativos en Colombia: el acceso al empleo” (Bonilla y Tejada, 2016).
Más allá de tener una competencia y una red neuronal que permita a los estudiantes ser bilingües o políglotas, siempre existe la premisa de ser un ser económico; más allá de conocer un vocabulario extenso o una gramática perfecta, está siempre el comprar y vender, como prioridad, en un mundo competitivo. Por eso, al final mi pregunta es: ¿qué pasa entonces con el propósito de la formación humana?