FRANCISCO JAVIER PANTOJA PANTOJA
Magíster en Economía Aplicada
@fjpantoja
Los ‘expertos’ no creen que Corea del Norte pueda provocar terremotos con la bomba de hidrógeno y lo mismo le pasa a ‘los expertos’ del Banco de la República, no creen que la economía colombiana sea una olla de presión cocinando lentejas.
Lo cierto es que la bomba de hidrógeno existe y que la creciente inflación y el dólar caro recalentó, inflamó e hinchó a la economía a punto de causar un huracán que bien podría llamarse el huracán “E” de ‘expertos’ merecido nombre porque se dedicaron a pontificar y no a actuar.
Las opiniones de los ‘expertos’ se las está comiendo el cáncer de la informalidad, la cifra supera el 60% y es la mejor muestra de la falta de oportunidades para un gran sector de la sociedad. El talento y las capacidades de la gente se las lleva el río crecido de la inequidad y la desigualdad.
¿Cuáles son los esfuerzos por empezar a disminuir el caudal de este río? ¡Ninguno! es más, el Fenómeno del Niño en lugar de secarlo lo desbordará.
Y así, usted seguirá conviviendo con mucha gente, sin opción, dedicada a vender cualquier cosa, en esa economía que florece en la mañana y se apaga en la noche, que vive en cualquier calle o funciona en alguna galería, con el agravante de que yo ya este entre ellos al igual que el lector.
Pero claro ¡qué les va importar a los vendedores de la calle séptima en Bogotá, los cantos de sirena de los directivos de la junta del Banco de la República! Y menos a los que venden cacharro en el barrio La Esmeralda de Popayán. Me equivoqué, esto de la informalidad ya no es un cáncer, es un sida. Que alguien encuentre la cura, para que le den el Nobel y se vaya a dar clase de economía a una universidad gringa.
Aún no he terminado con los ‘expertos’: la economía real le torció el pescuezo a sus opiniones y los cogió dormidos en un sus acciones y voy a explicar por qué: primero fueron tardíos, lentos, se movió más una babosa con un bulto de sal encima, empezaron a controlar la inflación solo cuando los americanos subieron su tasa de interés.
Esperaron, esperaron, tanto esperaron que cuando intervinieron el mercado, a la cifra inflacionaria no lo controla nadie y allí estamos. Colombia pudo ser líder y no lo hicieron, seguidores que olvidaron cumplir el mandato constitucional de controlar la inflación y de esta manera la carestía entró por debajo de cada puerta y ahora hace parte del menú familiar.
En segundo término los voy a defender, para quedar empatado: tal vez la demora en subir la tasa de interés pretendía proteger el crecimiento de la economía. Era loable su intención, querían aumentar la riqueza y hasta suena bonito, lo que no sabían es que en una sociedad inequitativa y desigual la riqueza siempre estará en pocas manos, en conclusión, ni lo uno, ni lo otro, sino todo lo contrario.
Ahora los colombianos tendrán que vivir con un mínimo que solo subió 14 dólares y que irán a parar a las garras del alza de precios, gracias a la lentitud de los codirectores del banco central.
Este año se avizora un banco central desesperado intentando revertir lo que no hizo el año pasado y que no vengan con el cuento de que “yo les dije” porque las decisiones las tomaron por unanimidad, ninguna voz experta advirtió que la liebre saltaría. Lo único es que ellos conservan su puesto y su estatus, pero, no pasa lo mismo con los demás colombianos.
¿Quién controla las decisiones de la junta? Es mejor echarle la culpa al calentamiento global y esperar a lo que haga la Reserva Federal para reaccionar aquí. Mientras tanto, sálvense quien pueda, si tiene ahorros y si no, a comer lo que pueda hasta que llegue la nueva reforma tributaria, que traerá más impuestos, más IVA y vamos a quedar como decía mi abuelo: tras de gordo, hinchado y con paperas.
Por lo pronto, la reacción de los que sí han construido la bomba nuclear deja entrever que tendrán que aceptar un nuevo miembro en su selecto club de fabricantes de apocalipsis. Oficialmente el mundo entró en la era de la economía de hidrógeno y allí no importa ni la inflación, ni si el dólar sube o baja, después de la detonación que va importar.
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