RODRIGO SOLARTE
La vida es lo más valioso que tenemos los seres humanos. El miedo a perderla enloquece, así con los años vividos sepamos que el final se acerca, pues no somos eternos.
La profesión médica se concentra en prolongarla con lo que aprende de las enfermedades, y ha sido condicionada por el sistema de valores económicos y políticos a volverla rentable por quienes invierten en su atención, investigación y técnicas derivadas de ese y otros conocimientos.
Concebida la vida como esencia conformante de humanidad, el desigual proceso organizativo de la sociedad en los diferentes contextos de la naturaleza planetaria, va dejando testimonios que persisten en la memoria de los pueblos, haciendo parte de la historia vivida.
Pareja, familia, descendencia, vecindario, región, fueron construyendo desde la experiencia, la noción de comunidad y sociedad, evolucionadas hasta la de humanidad, sin perderse ni olvidar la individualidad de pareja y relativa soledad.
La noción de civilidad también se observa como valor devaluado, ante el salvajismo en sectores que han tomado a la muerte de semejantes y naturaleza, como objetos a exterminar para imponer valores contrarios a la vida, la convivencia y medios de subsistencia que la naturaleza proporciona.
Estas reflexiones pronunciadas y escritas en pandemia, parecen abstractas por el pragmatismo que la economía para obtener los medios de subsistencia impone a la gran mayoría de la población, víctima por acción, omisión y ¨nomeimportismo¨ con lo social y político que afecta a todos los ciudadanos y pre-ciudadanos, esto es, niñas, niños y adolescentes con sus familias, formales e informales.
La vida es sujeto y objeto de interés en todas las corrientes del pensamiento humano.
El pensamiento Católico y cristiano que se nos recuerda con más énfasis en la anual ¨Semana santa¨ institucional, tiene al Dios judío, como el creador de todo, principio y fin de lo existente.
El dogma de la resurrección en la Fe del cristiano, hace que en su conciencia y voluntad lo considere tan presente, que acude a El en todas las circunstancias, principalmente críticas de la existencia terrenal.
Para la Neuroinmunosicología como ciencia en desarrollo, es una Theoterapia, más efectiva en los creyentes, al igual que otras fe en religiones diferentes y culturas.
Las polarizaciones entre vida o muerte son un común denominador en guerras, epidemias, pandemias y catástrofes naturales: terremotos, sunamis, huracanes, calentamientos y enfriamientos exagerados. La especie humana como parte de ese todo existente, es partícipe o víctima en alguna forma en esas situaciones.
Estas generalidades bien podemos aterrizarlas a las localidades y cotidianidades, considerando los procesos en marcha y por crear en defensa de la vida, la naturaleza, los derechos y deberes de todos, retos correctivos y organizativos, principios y valores a evaluar participativamente en familia, comunidades, organizaciones sociales, educativas, sanitarias, empresariales del campo y la ciudad.
Especial importancia reflexiva tienen los vicios y correcciones electorales necesarias, planes y proyectos de vida a todos los niveles superando el inmediatismo o cortoplacismo que nos ha caracterizado.
Todo esto y más, hace parte de la formación ciudadana, reflexiva, informada y comprometida con los cambios que desde lo personal, familiar y colectivo, la sindemia y pandemia que estamos viviendo ha expuesto con más claridad. Una Colombia que con sus ciudadanos, mujeres y hombres, valoren sus proyectos de vida comprometidos en el formidable país biodiverso y plural que poseemos, será más humana y amada que la actual, donde las violencias, corrupciones y muertes de inocentes y luchadores por la vida, territorios y derechos integrales, frecuentemente nos retan a reconocer la ausencia de miedos y presencia cada vez mayor de decisiones, organizadas y pacificas para transformar la historia vivida.