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CARLOS E. CAÑAR SARRIA
En un país como Colombia, donde es evidente la crisis generalizada en valores y en donde se siente el deterioro moral en todas partes, resulta necesario considerar la importancia de fomentar valores capaces de dignificar a las personas; que validen la posibilidad de sentar las bases para la consecución de un país más ético, amable, más incluyente, más pacífico, más humano y por lo tanto, más feliz, etc.
Hay que comenzar por el reconocimiento de la crisis. Desde las altas esferas del poder hasta la gente del común, asumen comportamientos que desdicen de unos verdaderos principios que se pongan a tono con las buenas costumbres y la ética.
Después de los acuerdos de paz, logrados entre el Estado y la guerrilla de la Farc, sin duda alguna, el problema más grave de la sociedad colombiana es la corrupción; ello quedó evidenciado en la pasada consulta anticorrupción con más de once millones y medio de personas que votamos contra este flagelo social.
No obstante el deterioro moral, los colombianos estamos considerados entre los más felices del mundo. Lo cual no deja de motivar muchas dudas. Vale la pena responder estos interrogantes: ¿Qué entendemos por felicidad los colombianos? ¿Cuál es el sentido de la vida que tenemos?
Algunos pensarán si vale o no la pena en la actualidad hablar de ética y de principios, de buenos hábitos y costumbres, de nobles o buenos procederes e ideales, cuando gran parte de la humanidad está motivada por la ‘conquista de la felicidad’, mediatizada por el poder, el dinero, el lujo, la comodidad personal o familiar, etc.
El problema no está en la búsqueda de la felicidad, puesto que esta aspiración es algo connatural al ser humano. El asunto está en los medios ansiados y utilizados, que no siempre han sido los más adecuados y convenientes para la construcción de una sociedad feliz.
¿Realmente podemos llegar a ser felices? Todos los seres humanos buscamos la felicidad de una o de múltiples maneras. Lo cierto es que muchas veces se constata que al igual que el barco con respecto al horizonte, cada vez que el barco se aproxima, el horizonte se le escapa. Paulo Coelho, anota: “Algunas personas parecen felices: simplemente, no se plantean el asunto. Otras hacen planes: tendré un marido, una casa, dos hijos, una casa de campo…Mientras se encuentran ocupadas realizando esta lista, son como toros embistiendo, no piensan, sólo avanzan. Consiguen su coche, a veces consiguen hasta su Ferrari, les parece que en eso consiste el sentido de la vida (…) pero, a pesar de todo, los ojos arrastran una tristeza de las que las personas ni siquiera son conscientes”.
Pensamos que lo mismo sucede con las conquistas del espíritu. Los logros intelectuales y académicos. Entre más se estudie y se opten títulos, más vacíos y más ignorantes nos sentimos. Parece ser que la existencia se complica más al constatar que se sabe menos. Recordamos en este caso, la ética socrática, en el sentido de que “Sólo sé que nada sé”. Entre más se estudie más se descubre la propia ignorancia. Tanto ímpetu para lograr los conocimientos y los títulos y después no pocos se sienten vacíos. Entre más elevado intelectualmente el ser humano, más sufre, anota el connotado filósofo alemán, Arthur Schopenhauer. Como si conocimiento y sufrimiento fuese el destino trágico de quienes obsesionados del saber.
Algunos pensarán ¿Qué tiene que ver la crisis de valores con la felicidad y la ética? La respuesta es: ¡mucho! Tenemos trastocados los valores: lo antiestético se denomina estético, lo antiético se denomina ético; se confunde lo culto con lo inculto, lo indecente con lo decente; a la virtud se le llama vicio o viceversa, etc. En la vida cotidiana en Colombia sobran casos de personajes que no son consecuentes entre lo que predican y aplican.
Pero sigamos con las preguntas; ¿Al fin qué, los seres humanos podremos o no llegar a ser felices? La respuesta está en despejar lo que entendamos por felicidad y del sentido de la vida que tengamos. Otra pregunta: ¿Qué nos falta si aparentemente lo tenemos todo? Aristóteles considera que la felicidad está en el disfrute moderado de los placeres del cuerpo y del espíritu, es decir, en el término medio. Platón responde que la felicidad no es otra cosa que el bienestar del alma. En la justicia como principal valor.
Muchas personas viven y mueren equivocadas pensando que la felicidad se encuentra en la consecución de bienes económicos; ello no significan que sean bienes innecesarios. El dinero es importante pero la felicidad no se debe circunscribir a él. Si concebimos la felicidad sólo en términos económicos, en la fama y en el poder jamás seremos felices. En la medida que van pasando los años cada vez les damos la razón a los citados filósofos griegos.
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