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HORACIO DORADO GÓMEZ
En nuestra cultura, no se debe nombrar ninguna región anatómica que esté cubierta, mucho menos mostrarla. De allí que descubrir los pálidos cachetes del trasero, fue un insulto histórico, develado por Aurelijus Rutenis Antanas Mockus Sivickas, nombre completo del segundo senador más escogido del país. Para algunos, un acto de valentía y un llamamiento al orden; para otros, una vulgaridad, una indecencia acompañada de risa burladora.
Sí, fue una humillación para los “honorables” senadores, porque fue ante ellos que les mostró su anémico nalgatorio. Antanas, “famoso” por su repetitiva actividad nalguística es alimentada por la aprobación de quienes la consideran como símbolo de rebeldía e inconformidad.
El que es, no deja de ser y guarda para la vejez. Antanas, tiene la costumbre de deslucirse en público. Recordemos que hace unos años, en la Universidad Nacional de Manizales, dizque para terminar con la gritería de un grupo de estudiantes que no permitía una reunión académica, resolvió bajarse la cremallera de sus pantalones y mostrar sus genitales. Este indecente, que no docente, investigador, y “asesor” en educación, Antanas Mockus, fue rector de la universidad en 1991, a quien de nada le sirven sus títulos académicos por la desfachatez que raya con su demencia. Sin duda, seguirá “dando lata” – molestando, fastidiando- con sus extrañas y exóticas formas. Para algunas personas, “formas pedagógicas”, propias de un genio; para la mayoría de gente decente, un payaso de mal gusto.
La ya larga lista de excentricidades ha dado lugar para que sus críticos hablen mal de tales posturas, en tanto que, para otros, sigue siendo normal y acertado que se exprese con el símbolo de la cochinada. Tales extravagancias, no son improvisadas. Él sabe lo que hace, cuando y ante quien hacerlo.
Sin estar de acuerdo con su inmoral chabacanería, creo interpretar que lo hizo para ultrajar y burlarse de los legisladores presentes y ausentes, ante la desesperanza de conocer lo que está pasando con algunos congresistas, ex congresistas y dirigentes políticos investigados, detenidos y otros condenados por tener vínculos nada santos, con paramilitares, guerrilleros e imputados por participar en sobornos. Aun siendo así, se siente vergüenza ajena de que Antanas investido de la confianza que le otorgaron miles de electores, no cumpla con las normas de educación y cultura, ni siquiera con sus colegas de curul. De allí que la sumatoria de todos estos habituales males al interior del Congreso, confirme que, es una “Cueva de Rolando”, permeada hasta los tuétanos de corrupción.
Allí, precisamente, escasean las “perlas” del libro de Carreño que tiene enseñanzas valiosas, pues la Urbanidad es necesaria para que la sociedad funcione. Paradojalmente, este texto que se dejó de usar en los años sesenta, lo tachaban de ser un propagador de imposturas diciendo, que detrás de tantos convencionalismos se escondía agazapada la hipocresía de la moral burguesa.
Innegable, a Colombia le hace falta hacer tránsito de la vulgaridad a las olvidadas reglas de Carreño, por lo que el nuevo gobierno del Presidente Iván Duque con su Ministra de Educación debe abogar por la restauración de algunas de las normas que preconizó Carreño, rescatar muchas de sus pautas de Urbanidad, las cuales son el resultado de siglos de civilización, que apuntan a mejorar la convivencia.
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