Del próximo libro: ‘Cantaleta al difunto’ adelanto ésta historia ‘El vaso roto’

FELIPE SOLARTE NATES

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–Calle 6ª Nº 1-24, reportan un H1 urgente- me informó la operaria del 923. Un frío filoso circunvaló mis tripas. Desde hacía más de seis meses numerosos reportes de escándalos en la casona de los Mendizabal me llevaron a visitarla hasta familiarizarme con su engalanada mole, construida cuando el ahorro de espacio y los gastos no eran preocupación de ricos hacendados y menos de los arquitectos con presupuesto y vía libre para desarrollar su creatividad.

–Una vecina llamó alertándonos que algo grave sucedía en la casona, después de una agitada discusión que retumbaba en la vecindad-, complementó el informe la operaria de la central, que activó la grabación “…xrrg…Por favor vengan rápido. Algo muy grave sucede en la casa de los vecinos Mendizabal…escuché ruidos de objetos estrellados contra las paredes, muebles y cristales rotos seguidos de gritos y un –¡Noo lo haagas, por favor- repetido varias veces en muchos tonos desesperados hasta explotar en un aullido espeluznante seguido por un silencio sepulcral, como en una novela de Agatha Cristhie o en una película de Hicthcock…”, dijo con voz alterada pero entendible, la anciana que había llamado a la central y a la que de inmediato identifiqué como la inconfundible doña Alicia del Carpio, la simpática y extrovertida anciana a la que le gustaba leer novelas de espías y de Corín Tellado y ver series policiacas, según me contó en anteriores visitas al acudir en búsqueda de información sobre sus conflictivos vecinos. Conocí algo de su vida solitaria, cuando varias ocasiones me invitó a compartir un café con torta preparada por ella -con puro vino tinto de la Rioja, una copita de coñac, almendras, pasas, arándanos y receta exclusiva de las abuelas venidas de España-

Confusos pensamientos revoloteaban mi mente al recordar detalles de anteriores visitas, después de reportes de agitadas discusiones y peleas entre los esposos, vástagos de las familias que hace varios siglos acostumbraban a casarse entre ellos, para parir a sus herederos y futuros gobernantes de la ciudad, del departamento y del país de hacendados y caudillos militares orgullosos de sus árboles genealógicos.

Si hubiera tomado medidas más drásticas, para detenerlo. Pero cuando no eran las influencias entre sus amigos magistrados y jueces, era ella que levantaba las denuncias, como aquella vez que le voló dos dientes y le puso el ojo derecho como una remolacha gigante.

Al recorrer el antejardín rodeado de magnolios florecidos en medio de carboneros anturios, violetas y rosas color sangre, alternándose en las eras, me encontré con doña Alicia. –Gusto en volverlo a ver capitán. Lástima que no sea en las mejores circunstancias… Al fin ese degenerado se salió con la suya. No sé por qué esa muchacha no se le fue a tiempo… Imagínese que después de mandarla al hospital durante 15 días, siguió con las fiestas y escándalos. Entraban toda clase de mujeres y muchachos… ¡con unas pintas! Tomaban como caballos, se drogaban fumando hierbas raras que hasta mi habitación llegaba el humero y oliendo e inyectándose polvos, para después enredarse en unas orgías ¡Todos contra todos! según me contó una muchacha, a la que echó, por no querer acostarse con él… Yo por la ventana de la casa y con mis binóculos algo veía de esa Sodoma y Gomorra.

Al llegar al área acordonada y franquear la puerta, el caos afloraba por todos los rincones, En la entrada de la sala, rodeado por un círculo, estaba el culo del vaso con sus dos picos ensangrentados y al que un fotógrafo del CTI tomaba placas. –Con este parece que le desfiguró la cara… con el cuchillo de cocina que está al lado de la víctima la cosió a puñaladas- agregó señalando hacía la alcoba.