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CARLOS E. CAÑAR SARRIA
Ahora no nos vayan a salir con el cuento y argumento en el sentido de que la política es dinámica y hacernos creer de que los colombianos somos una guarida de pendejos o lo suficientemente estúpidos para creerles que todo lo que hacen es para el bien del país. En la opinión pública y en las redes sociales es viral el rechazo producido por la unión entre los denominados tres tristes tigres de la política contemporánea, Uribe, Pastrana y Gaviria; en un país como el nuestro acostumbrado a actuar más con las coyunturas y la pasión que por el llamado de la razón, pero lo que se está viendo en realidad, es que es posible que los colombianos nos dejemos meter los dedos a la boca pero mordemos. De ahí la ola de críticas, caricaturas, memes y burlas que no denotan otra cosas que indignación y rechazo.
Quienes por sus actitudes entre ellos estaban declarados enemigos, fungen hoy como nuevos mejores amigos, cuando la verdad deberían estar haciendo uso del buen retiro con las envidiables pensiones de ex presidentes, sacadas de los bolsillos de una población que se debate entre la miseria y la pobreza.
En política se debe ser muy cuidadoso en no perder los principios ni los escrúpulos, que no todos los medios son válidos para la consecución de los fines; la ética y la política deben corresponder en todo momento, pues la ética-reiteramos-no es cuestión de circunstancias y conveniencias sino de principios y convicciones; esto parece no haberlo entendido los mencionados ex presidentes, más motivados por burocracia, repartos burocráticos y clientelismo que por los intereses del país.
Triste espectáculo el que dan, fungen como comadres pero no como estadistas y con ello constatan su decadencia. Y pensar que Pastrana trató a Uribe de paramilitar y Gaviria gritaba a Uribe de mentiroso; todo queda olvidado por el afán y el interés de elegir o designar un contralor a tono con el nuevo Presidente de la República. Ahí están pintados.
El ministro de Hacienda y Crédito Público, Alberto Carrasquilla, anuncia que el gobierno tiene preparado un Plan de Reactivación Económica para un crecimiento a largo plazo y con ello, una medida impopular que sólo genera rechazo y que consiste en aumentar los impuestos de renta personal de los colombianos. Mientras el gobierno anuncia unas reformas tributaria, pensional y otras que amenazan perjudicar a la clase media, a los pobres y favorecer a los ricos, se vislumbra momentos difíciles en el marco de la economía nacional, en el ingreso de las familias y de la clase trabajadora, sobrevienen duras jornadas de protesta social y el accionar de los movimientos sociales.
Razón tiene el ex presidente Santos de advertir retirarse de la política y de no intervenir en los asuntos de gobierno de su sucesor, es decir, dejarlo gobernar, para utilizar el tiempo en asuntos que en el ejercicio del poder no haya logrado realizar y tuvo que aplazarlo, como dedicarse a la cátedra universitaria, escribir sus memorias o dedicarle tiempo a la familia; pero no estar respirándole a la nuca a quienes están en ejercicio de las tareas de gobierno. Vimos cómo Santos hace unos días disfrutaba del descanso apacible en el extranjero, pero no faltaron, quienes se sintieran molestos al decir que el ex mandatario había salido del país sin el permiso del Congreso.
Vendrán tiempos difícil para el presidente Duque y para el país, sobre todo por la serie de reformas y medidas económicas que se anuncian y que según el gobierno serán inevitables; se sobreentiende que cada mandatario ha de querer tener su impronta propia, pero ello no justifica desconocer y dejar de aplicar las políticas públicas que han venido funcionando positivamente de gobiernos anteriores, lo cual no es de esperarse si nos atenemos al discurso de posesión presidencial del actual presidente del Congreso, Ernesto Macías, lleno de veneno y resentimiento contra el ex presidente Santos, a quien no le reconoció nada bueno.
El futuro de los partidos políticos seguirá siendo incierto, lo que se sigue viendo es que continuarán indefinidamente en crisis, caracterizados por la falta de plataforma política, de ejes programáticos, de líderes coherentes y competentes y por otra serie de falencias y contradicciones que difícilmente se pueda augurar convertirse en verdaderos intermediarios entre la sociedad civil y el Estado; para la muestra un botón: la actual alianza entre los denominados tres tristes tigres, alianza que obviamente coyuntural mientras se nombra el nuevo contralor y puedan ubicarse en sitio especial en la mesa del comedor del clientelismo y la burocracia. Así no será posible desfeudalizar el país y democratizar las instituciones, tarea que seguirá aplazada. Razón tienen quienes afirman que cada país tiene los dirigentes que se merece, pero parece ser que Colombia empieza a despertar.
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