ELKIN QUINTERO
Fácilmente aceptamos la realidad, acaso porque intuimos que nada es real.
Borges
En Colombia, las utopías, esas bellas construcciones imaginarias de perfección colectiva, han sido terreno fértil para vender sueños y generar caos. En diversas épocas han ofrecido modelos e ideales de vida; asimismo, intentado mostrar las fallas del sistema; por ello, en discursos, marchas y tomas, se ha pretendido despertar esperanzas que al final, solo han terminado convirtiéndose en verdaderas pesadillas.
No está de más contextualizar que por medio de ellas, se nos han creado diversos infiernos, ficciones subversivas, aparentes democracias lejos del consenso social, caminos solo transitados por el dolor y la muerte. Por eso, sería oportuno observar de manera proactiva que las modernas utopías se han valido de algunos medios de comunicación para convertir las necesidades y los derechos en una red de negocios sin límite legal.
En diversos escenarios, ciertos agentes sociales y estatales suelen pensar que, nuestra sociedad sistematizada, tecno científica y materialista no tiene espacios para sueños. Que solo son inventos de la izquierda o imposiciones de la derecha. Todo lo contrario, los ejercicios de conciencia son clara evidencia que estamos inmersos en utopías, ligadas estrechamente a la religión, las etnias e ideas políticas. Lo anterior, obliga preguntar, ¿las utopías serán las causas directas del caos del presente o del incierto futuro?
Vivimos dentro de un círculo mortal donde toca aprender y desaprender continuamente y sin reproches; y por ello, nuestra sociedad dejo de ser atractiva, y se volvió apta solo para ambientes veloces, hiperactivos e inhumanos. A lo mejor esta sea la razón que en Colombia muchos servicios dejaron de ser concebidos como bienes públicos, su uso se desvaneció y apareció el abuso y rápidamente fueron reemplazados por un régimen de producción y distribución amarrado a un marco de regulaciones públicas y normativas que solo beneficiaron al sector privado. Las obligaciones del Estado se transformaron y pasaron a manos de terceros; fue así que aparecieron sujetos y familias capaces de asumir esas fallidas responsabilidades. Así llegó la gestión de nuestras necesidades básicas bajo la excusa utópica del control social.
Quizás por ello, nuestra sociedad hoy busca otro tipo de utopías e intenta recuperar para el futuro, el cultivo de una formación humana de excelencia cultural y virtud moral, inspirada en los más altos valores del conocimiento y la sabiduría. Entonces, apremia situarnos en el polo opuesto y reclamar la necesidad de reorganizar todo. Porque al analizar las diferentes realidades, nos tropezamos de frente con el argumento de la relación entre utopía y régimen totalitario. Ciertos sectores sociales reconocen en ellas una colección de ciudades/estados ideales construidas por la obsesión, terquedad y capricho de sus gobernantes.
Cuando imaginamos un mundo y una sociedad ideal, este tiempo de otredad creado en lo irreal se construye a partir de elementos de nuestra realidad social y política, interviniendo simultáneamente en el espacio de lo real. A lo mejor, la utopía colombiana nos interroga a propósito de los límites entre lo real y la ficción, en los hechos y la invención de nuestros gobernantes.
Por tanto, la utopía debe ser percibida solo para permitirnos interrogar los límites de las tradiciones y la historia. Por ello, debemos apurar la descolonización de nuestros imaginarios. En este sentido, su función emancipadora será fundamental a nivel de nuestras representaciones de la realidad. De lo contrario, del relato utópico nacerán nuevas imágenes del mundo que constituyan el motor de las prácticas de control social.
En conclusión, podemos inferir que las utopías no deben iniciarnos en la ideología visionaria de un todo ni en la imagen parcial y fragmentaria de un esquema radicalmente alterado de la vida en sociedad, sino que debe llevarnos más allá de los discursos y promesas. Quizás por ello, debemos elegir líderes conscientes de su rol y que estén involucrados en la remodelación de la política nacional.