Con ese santismo febril, para la Revista Semana no debió ser propiamente gustoso publicar en la edición del 25 de marzo al 1ª de abril, los resultados de la encuesta contratada por ellos mismos, Caracol Televisión y Blu Radio, que destaca la disparada de Iván Duque al 45,9%; la estabilización de Petro en el 26,7%; y el desplome de Fajardo al 10,7%, Vargas al 6,3% y Humberto de la Calle al 5%. Menos aún, tener que mostrar que si hay segunda vuelta, en todos los escenarios supuestos, gana Duque, sobrado.
Por otro lado, el diario El Tiempo del domingo publica unas cifras un poco más bajas para Duque (35,4%) y Petro (22%) y más o menos similares para el resto de candidatos, pero que no desvirtúan el imparable ascenso de quien va punteando en esta contienda.
Lo más importante de estos datos es que permiten deducir que para Duque existe la posibilidad de ganar en primera vuelta, lo cual se ha convertido en una ilusión creciente que puede adquirir la fuerza de una bola de nieve.
Precisamente pensando en esta opción, vale la pena hacer el siguiente ejercicio: Es casi usual que muchos votantes dedican la primera vuelta a cumplir convenios (conveniencias) o acuerdos políticos o afectivos con sus candidatos iniciales, a sabiendas de que sus índices no dan para ganar. Votan por ellos y declaran cumplido su compromiso. Ya en la segunda vuelta, la decisión es por convicción: O el uno o el otro. Lo cuento así, con franqueza, porque me sucedió en las elecciones anteriores y hoy, tanto tiempo después estoy no solo arrepentido sino avergonzado hasta conmigo mismo: En las elecciones presidenciales de mayo de 2010, en la primera vuelta, voté por Germán Vargas Ll. y en la segunda vuelta por Juan Manuel Santos. Desde septiembre de 2010, no he hecho cosa diferente de decirme, todos los días: ¡… Que bruto…! hasta el próximo 6 de agosto…
Por eso, al existir la posibilidad de que Duque gane en la primera vuelta, hay que pensar en el voto efectivo, de una vez. Así se lograrían, entre otras ventajas, las siguientes: Darle una gran legitimidad desde el comienzo al gobierno del ganador; Evitarle un enorme desgaste a los ciudadanos y a los dos clasificados a segunda vuelta, fuerza y tiempo que el ganador podría utilizar en estructurar mejor su programa de gobierno; Impedir un gasto incalculable a los candidatos; El estado ahorraría una enorme suma de dinero que puede estar, como mínimo, alrededor de los cincuenta mil millones de pesos, en solo lo que corresponde a costos de administración del proceso electoral (tarjetones, papelería, transporte y logística, mesas, avisos, almuerzos de jurados y funcionarios, comunicaciones etc.); Además del reintegro por votos, que es otro ítem que cuesta muchos miles de millones de pesos más;
Desde el punto de vista de quienes no son partidarios de Petro y sí de otros candidatos diferentes a Duque, votar por un candidato que, en la práctica, está lejos del triunfo, es abrirle otra puerta y facilitarle una nueva oportunidad a Petro para que reestructure su estrategia (y sus insultos, agresiones y resentimientos) o abrir espacios para que ocurra una trampa electoral bien urdida o peor, cualquier otro tipo de acto grave en contra de la integridad política y/o aún, personal del candidato que encabeza las preferencias. En este país suramericano todo es posible, o mejor, nada es imposible, por grave que sea, en aras de alcanzar el poder, o atajar a otro… Como dicen las señoras: “casos se han visto”
Este análisis es lo que los entendidos llaman “el voto útil”, (aunque me gusta más la expresión: “el voto efectivo”). Si continúa creciendo en el resto del país, el éxito que vimos en Popayán con la visita de Duque los días martes y miércoles santos, así va a ser. Quiera Dios que esto ocurra, por el bien de Colombia.
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