HAROLD MOSQUERA RIVAS
La semana pasada, por petición de unos clientes que tengo hace más de 20 años, en medio de la pandemia, regresé a la ciudad de Pasto. Desde el mes de marzo del presente año no visitaba a mis amigos de Nariño.
El Palacio de Justicia continúa cerrado, a pesar de que hace 19 años estamos clamando por justicia para los ex trabajadores de la Licorera de Nariño, que fue liquidada desde el año 2002 y aún no reciben el pago de sus acreencias laborales. Ocho de ellos ya murieron, el último se suicidó, sin embargo, los sobrevivientes no pierden la esperanza de que un día les paguen.
En la Gobernación no nos dejaron entrar, a pesar de que al frente de ella está nuestro amigo, el doctor Jhon Alexander Rojas, con quien no hemos podido hablar desde el 1 de enero de 2020. Ya solo lo vemos en los noticieros de televisión, cuando los desastres naturales o las tragedias sociales, tan frecuentes en el sur-occidente colombiano, lo ponen en primera plana. No pudimos visitar la sede del sindicato Simana, que agrupa a los docentes del Magisterio Nariñense, pues por temor al Covid-19 han prohibido las reuniones en ese lugar.
En el Edificio Pasto Plaza, ni siquiera nos permitieron el ingreso, porque al parecer hay varios trabajadores que se contagiaron allí. Con los ex trabajadores del Instituto de Seguros Sociales, hoy liquidado, solo nos pudimos reunir de manera virtual, porque nadie nos quiso alquilar un lugar para conversar con ellos sobre su futuro inmediato. No fue posible el tradicional paseo a la Laguna de la Cocha, Ni la visita a Las Lajas.
La entrada a Bomboná, para comprar los dulces de regalo para los niños de la familia, fue con demasiados protocolos de bioseguridad. Hasta conseguir un asadero para degustar el tradicional cuy, resultó dificultoso. Nunca antes regresé de Pasto con tanta nostalgia, viendo por el camino a centenares de hermanos venezolanos que de nuevo caminan hacia el sur, en busca de un mejor destino. Mientras en Estados Unidos anuncian que dos laboratorios ya tienen la vacuna contra el Covid-19. Ni el triunfo de Joe Biden nos garantiza que el 2021 será diferente para los colombianos. Solo espero ese día en que pueda regresar a Pasto y compartir de nuevo con los amigos del alma, sin tapabocas que nos impidan cantar la Guaneña a todo pulmón, sin limitaciones para abrazar con afecto a quienes siempre nos reciben con cariño, porque si algo caracteriza a los nariñenses es su condición de excelentes anfitriones. En los 64 municipios se disfrutan los carnavales de manera cálida e inolvidable, pero es casi seguro que, en el próximo mes de enero de 2021, tendremos el carnaval de blancos y negros virtual. Mientras el Presidente de la República nos siguen recordando todos los días que hay que usar el tapabocas, que debemos guardar al menos 2 metros de distancia con cada persona, que el Covid-19 le ha quitado la vida a muchas personas, pero que son más los que superan la enfermedad y sobreviven para contarlo. Todo eso que ya sabemos de memoria, pero que, de no llegarnos pronto la vacuna, seguiremos escuchando hasta que se posesione el próximo presidente, el 7 de agosto de 2022.