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    De paquete a salvador

    ALEJANDRO ZÚÑIGA BOLÍVAR

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    Hace un par de semanas compartí un espacio radial con Juan Carlos López Castrillón y me preguntó por quién iba a votar. Le dije que, en mi caso, el voto estaría supeditado a las propuestas. Una semana antes, estuve con Santiago Zambrano quien, para ese momento, vivía un desplante del partido verde que, en vez de darle su aval, prefirió al Pollo. Nada raro en la dinámica política, esa misma que, tratándose del partido verde, había dicho que Juan Carlos López era un “paquete”. Ahora, a quien señalaron de paquete es el candidato de esa colectividad. A Santiago Zambrano le rescaté su coherencia, porque llamó a las bases del partido verde, a esas que dicen no moverse por las dinámicas electorales, a separarse del ahora ungido salvador de Popayán.




    Por esos días, hasta la W de Julio Sánchez publicaba la noticia del aval del partido verde al pollo y, como no, el verde estaba graduando de salvador a quien, no hace mucho, calificaron de paquete. Eso sí, para echar tierra sobre ese adjetivo ayer hubo una ceremonia en donde Antonio Navarro vino desde Bogotá a entregar las llaves del buen gobierno al candidato del partido verde. Un reflejo, dicen ellos, del compromiso anticorrupción del candidato y, por qué no, un instrumento para enjuagar los señalamientos de siempre acompañan a ese candidato cuando dirigió a Millonarios. La semana anterior, esa misma campaña llevaba con orgullo al general retirado Ernesto Gilibert como su asesor en seguridad a quien trajeron de Bogotá a decir que Popayán necesitaba comenzar por diseñar un plan de seguridad.

    Lo que nos indican los eventos recientes es que el candidato de los verdes, lamentablemente, está sufriendo del síndrome de mesías y, para nuestro pesar, está agravado por una dinámica política y social que, vista de cerca, nos muestra la poca confianza que tiene el candidato del capital humano de la ciudad. Al parecer, el ungido salvador de Popayán cree que las soluciones efectivas solo están en Bogotá y que, solo desde allá, es posible traer soluciones a nuestros problemas. ¿Nos quieren decir que aquí no hay con quién trabajar? ¿Cuántas veces más tendremos que escuchar propuestas de salvación que se diseñan en Bogotá para salvar a “la provincia”? ¿Será que el General Gilibert fue el que propuso convertir a los mototrabajadores en colaboradores de la policía? Como si no fuera poco, es fácil corroborar que en Popayán sí existe un plan de seguridad. He ahí el síndrome de mesías.




    Y para colocar la cereza al pastel, desde esa campaña se nos ha dicho que, de llegar a regir los destinos de la cuidad, comenzarán a hacer un trabajo de socialización para formular el nuevo POT de la ciudad. Otro fiel reflejo de cómo esta campaña no está interesada en saber qué se ha hecho, en conocer la línea de base y, lo peor, es que los perjudicados podríamos ser todos.

    ¿Qué sentirán las comunidades que han venido plasmando sus sueños en las jornadas de socialización que, barrio a barrio, se han hecho en la ciudad? ¿No es acaso ese síndrome de mesías el que tiene a Bogotá sin metro? ¿No es acaso el espejo retrovisor lo que no nos ha permitido avanzar en otros puntos estratégicos de la agenda legislativa en el país?

    No podemos seguir creyendo que Popayán necesita de un mesías ungido e ilustrado desde Bogotá. Estoy convencido, como muchos otros, que necesitamos valorar nuestras propias competencias, promover lo nuestro y hacer soluciones desde el territorio, valorando nuestra riqueza cultural: nuestra multiculturalidad.