De los problemas internos y externos

CARLOS E. CAÑAR SARRIA

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El país está en una etapa de desespero, pues no se sabe cuándo va a empezar a gobernar Iván Duque, quien hace menos de un año era una persona prácticamente desconocida y quien con los votos aportados por el ex presidente Uribe, logró llegar a la Casa de Nariño.

Se escuchan muchas críticas y quejas en el sentido de que quien gobierna es el hoy senador Uribe y no Duque a quien se le denomina subpresidente.

La pérdida de popularidad del mandatario es un caso especial pues no es común en gobiernos que apenas comienzan. La verdad es que a Duque le ha ido mal en la opinión pública, en redes sociales, donde ha pasado a convertirse en un personaje caricaturesco, memes por todo lado, expresiones de inconformidad, situación reflejada en encuestas y en comentarios desfavorables en los diferentes escenarios de la cotidianidad nacional, incluso, internacional.

Preocupa demasiado que el actual presidente, bajo en popularidad, se le vea frecuentemente interesado en los problemas de Venezuela, en defensa de la democracia de este país. Si bien es cierto que la difícil situación por la que atraviesa el vecino país hermano debe inquietar a la comunidad internacional y que de alguna o de múltiples maneras nos afecta a todos , la situación interna de Colombia no se puede menospreciar, donde la democracia prácticamente se mantiene en crisis, si reconocemos, por ejemplo, la existencia de las profundas desigualdades socio económicas que a nivel mundial y en el contexto de la región latinoamericana nos posiciona en los últimos peldaños en desarrollo humano y en convivencia civilizada, lo que se hace evidente en los altos índices de desempleo y de violencia, en una salud en crisis, una educación pública en veremos; en el abandono del campo, en los cinturones de miseria en las ciudades y pueblos; además de la manera antidemocrática de resolución de conflictos y diferencias, lo que quedó demostrado recientemente con la irracional acción del Eln en la Escuela General Santander.

 Duque ante la falta de popularidad en Colombia viene mostrando desespero en adquirir protagonismo internacional desafiando y exigiendo la restitución de la democracia venezolana, donde hay dos presidentes, Maduro y el autoproclamado Guaidó, creándose un cisma de repercusiones impredecibles. Guaidó ha recibido reconocimiento de algunos países incluyendo Estados Unidos y de Colombia. Otros, se han negado a reconocer a Guaidó, entre los cuales figuran los gobiernos de Rusia, China, Cuba, Bolivia, México, etc.

Trump maneja el sofisma de estar preocupado por la democracia venezolana, cuando la misma historia mundial y latinoamericana demuestra que al país del norte le importan un comino nuestras democracias, salvo la defensa de sus intereses económicos, sin importar invasiones, intervencionismo descarado y violación de los derechos humanos. Resulta suspicaz el hecho de que el primer país en reconocer a Guaidó- otro personaje desconocido- sea precisamente Estados Unidos que viene aplicando un agresivo bloqueo económico a Venezuela.

Estados Unidos no descarta la intervención militar en Venezuela si Maduro no abandona el poder y se lo entrega a Guaidó para que se convoque una nueva elección presidencial, lo cual Maduro no está dispuesto a hacer, menos contando con el respaldo y lealtad del ejército de su país.

Complicado el caso venezolano pero ello no justifica desatender nuestros problemas internos como la corrupción y Odebrecht, el caso de fiscal Néstor Humberto Martínez, a quien se le exige la renuncia y para ello se han hecho nutridas marchas de protestas y se anuncian otras; resolver problemáticas colombianas en el orden económico, político y social es prioritario; es decir, atender nuestros problemas y dificultades antes que preocuparnos por los problemas de los vecinos.

Colombia está a la expectativa de lo que sucederá en los cuatro años de gobierno de Duque; se nota pesimismo, no obstante hay quienes le aconsejan redireccionar el timón; mientras a nivel internacional, existen temores que el caso venezolano devenga en otra guerra mundial. ¡Dios nos guarde!