Omar Henry Velasco
Definitivamente el Cauca ha sido tierra de conflictos en donde las armas han actuado primero, antes de que el diálogo haya logrado lo que dé él se busca: la paz.
Don Sebastián de Belalcazar fue el primero que hubo de salir montado en veloces rocinantes, por los lados de Inzá y Belalcazar, con el fin de asegurar el tránsito por el camino de Guanacas, vital para la comunicación con Santa Fé, la capital del virreinato. Ni caballos, ni pesadas armaduras, ni suficiente valor, fueron capaces de derrotar a los indígenas de la región que hasta bien entrada la época republicana fueron amos y señores de su territorio, hasta el gobierno del cacique Guainas, amigo de Obando. No sobra decir que don Sebastián debió volver a Popayán a rumiar el sabor de la derrota.
Por el sur los patianos fueron durante mucho tiempo una gran organización subversiva. Al servicio de los realistas, estos guerrilleros hicieron casi imposible la gesta de la libertad y Bolívar respiró tranquilo cuando Obando, quien tenía fuerte ascendencia sobre ellos, se unió al ejército republicano. Uno de esos guerrilleros, Simón Muñoz, antes había capturado al sabio Caldas en Paispamba y lo entregó a Sámano.
Deslindar a Corinto, Miranda, la cordillera hasta Rioblanco en el Tolima, de la presencia guerrillera desde el siglo pasado a hoy, es imposible. Ya como autodefensa campesina hasta mediados del siglo, y posteriormente como inicio de la lucha de clases el guerrillero ha estado allí, como si fuera parte del paisaje político de la región. Por los años 60 del siglo pasado subían, por camino de herradura a Monterredondo (Miranda) monseñor Zambrano Camader, Víctor Mosquera y Carlos Obando, entre otros, a entrevistarse con el general Leopoldo García, a. Peligro, guerrillero liberal, y firmar con él un acuerdo de paz.
Cerca de Popayán merodearon los célebres guerrilleros de Timbio, con su comandante el general Juan Gregorio Sarria, que se dieron el lujo de recorrer con Obando y Mosquera casi todo el territorio nacional. Fueron ellos los primeros en clavar en la plaza central de Bogotá la bandera de la restauración democrática en el triunfo sobre Ospina Rodríguez de la única revolución, la de Mosquera, que ha sido capaz de tomarse el poder.
Solamente en la costa del Pacífico no teníamos memoria de presencia guerrillera con raíces históricas. Si acaso unos pocos esclavos que se evadían de las minas, pero eran rápidamente capturados. Pero hoy, con la dura realidad de la muerte de soldados y guerrilleros nos encontramos a boca de jarro con la tragedia de Guapi, en otra guerra que no es la romántica o ideológica de tiempos pasados en donde los rivales se enviaban comunicados con protestas de amistad en medio de la batalla, sino la guerra casi tecnológica, con nuevos ingredientes, brutal, con desplazamientos, vestida con armas sofisticadas, aupada de coca, refulgente de oro, en donde hace grandes esfuerzos por entrar la paloma de la paz .
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