De la mujer rural y sus desafíos

ORIANA MENDOZA VIDAL

Mg. Administración de Empresas

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“La misma de siempre, aunque ya no la de antes”, así podríamos comenzar a describir a la mujer rural en varias zonas del Cauca. La de siempre: aguerrida, perseverante, trabajadora, solidaria, cuidadora del hogar; y la de ahora, con clara conciencia de la importancia de su empoderamiento económico, de su valor como persona y como miembro de una comunidad, dispuesta a luchar por sus sueños de hacer empresa, generar sus propios ingresos y darles un mejor futuro a sus hijos, cambiando la realidad de su entorno.

Esta semana tuve la oportunidad de escuchar los planes de negocios de trece organizaciones de pequeños productores rurales, compuestas mayoritariamente por mujeres, del centro y norte del Departamento. Fue una experiencia muy enriquecedora, sensible, pero sobre todo reveladora una vez más de la realidad de nuestra región. Más allá de la destacada producción que se realiza desde el renglón industrial, al escuchar a mujeres campesinas expresar ideas como: queremos que nuestro negocio nos de ganancias para darle educación a nuestros hijos”, “queremos ser empresarias y sacar adelante a nuestras familias”, “queremos comprar máquinas para no enfermarnos por los esfuerzos físicos”, fui ratificando el cambio de mentalidad que se necesita para transformar realidades, que este proceso ya está germinando y que pronto comenzaremos a verlo crecer y dar frutos.

Desde la Organización Internacional para las Migraciones – OIM y el programa Desarrollo Rural con Enfoque Territorial – DRET, se viene trabajando desde hace más de cuatro años por una cultura de empresarismo rural, que no es más que la transformación de una mentalidad asistencialista por una cultura de enfoque empresarial en los pequeños productores rurales, es decir, que conceptos como mercadeo, imagen corporativa, acceso a mercados, confianza empresarial, transformación y embalaje, alianzas comerciales, necesidades de los clientes, estándares de calidad, innovación, formalidad, etc., se conviertan en hábitos y condiciones comunes y colectivas; aunado a una clara concepción de la asociatividad y la autogestión como estrategias de sostenibilidad empresarial y organizacional. Esta nueva forma de gestionar la ruralidad está siendo apoya por una bolsa especial de recursos llamada: Por la Innovación y el Empresarismo Rural en el Cauca.

En las presentaciones de sus planes de negocio, estas mujeres narraron brevemente las razones por las cuales se conformaron sus organizaciones, sus sueños empresariales y metas en el corto y largo plazo. En la parte productiva se evaluó la calidad y definición del producto o servicio, su estrategia de mercado y cómo se estima lograr su expansión, el grado de diferenciación de su producto, su valor agregado, para cerrar con una motivación al jurado, exponiendo las razones para obtener la financiación requerida a la OIM. De este modo, se pudo tomar el pulso al grado de desarrollo asociativo de la mujer en el Cauca, diagnosticando sus necesidades económicas, expectativas y evidenciar la nueva realidad del empoderamiento económico de las mujeres rurales.

Esta experiencia desnudó una vez más las realidades de nuestro campo, pero más allá de las dificultades en aspectos como transporte, servicios públicos, falta de apoyo de algunas administraciones municipales, resalto el aprovechamiento de oportunidades para satisfacer demandas de mercados locales con productos propios de buena calidad. Es decir, las mujeres rurales están enfocadas en darle valor agregado a los productos tradicionalmente cultivados en sus parcelas, desarrollar procesos de transformación de materias primas y avanzar hacia una comercialización directa con los clientes finales, diseñando estrategias de mercadeo especialmente realizadas por los jóvenes rurales, abriendo así actividades atractivas para ellos, logrando que se queden en sus municipios, aumentando sus ingresos, así se evita su migración a los grandes centros urbanos, aportando de esta manera a la transformación generacional.

Aunque ya comenzamos a recorrer el camino del empresarismo rural, aun falta mucho por avanzar, por ejemplo, en temas de innovación y autogestión, identificación de mercados, definición de estrategias de comercialización, ofrecer lo que el cliente (mercado) quiere y no lo que la organización tradicionalmente ha hecho, y, definitivamente solucionar pequeños cuellos de botella que generan grandes atrasos. Resalto la reconocida labor que el SENA despliega en la ruralidad caucana con su programa SENA Emprende Rural – SER, no obstante, es necesario que la agregación de valor y la transformación de materias primas se oriente hacia productos verdaderamente innovadores y que tengan escalabilidad empresarial y de mercados, muchas organizaciones ahora quieren hacer pan y tortas de café y chocolate, por qué no pensar con estas mismas materias primas en productos como aceites o insumos para la rama cosmética, medicinas alternativas, entre otras. Vimos organizaciones que solo han “estirado la mano” a distintas fuentes de financiación con arraigado asistencialismo, así no van para ningún lado. También vimos, organizaciones que, bajo el liderazgo de mujeres valientes, han trabajo incasablemente avanzando en la consolidación de líneas de negocio rentables y que merecen ser apoyadas con equipos y herramientas que mejoren sus condiciones de producción. Es solo con esfuerzo, valentía, articulación interinstitucional y una adecuada combinación de cooperación y competencia, que seguirán surgiendo líneas de negocio exitosas dentro de la asociatividad y los pequeños productores rurales mejorarán sus condiciones de vida en el corto plazo.