De la censura y la libertad de prensa

CARLOS E. CAÑAR SARRIA

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La libertad de prensa es condición fundamental de los regímenes democráticos y la piedra en el zapato de las dictaduras y de aquellos que orientan sus vidas en perjuicio de la comunidad. Pero también es apoyo para quienes centran sus esfuerzos en la construcción de una sociedad más equitativa, más justa, más libre y en convivencia civilizada.

Resulta preocupante la escasa circulación de periódicos en todo el mundo. Entre otras razones, la falta de credibilidad de la prensa escrita ha hecho que la gente desestime este importante medio de expresión. La carencia de un periodismo investigativo, la manipulación permanente, las falsas informaciones, el deseo vehemente de promocionar intereses políticos y económicos por parte de los medios escritos en el mundo, está validando la pérdida de legitimidad de los mismos.

En Colombia, el Artículo 20 de nuestra Carta Política “garantiza a toda persona la libertad de expresar y difundir su pensamiento y opiniones, la de informar y recibir información veraz e imparcial, y la de fundar medios masivos de comunicación”.  Estima además, que no habrá censura y se garantiza el derecho a la rectificación en condiciones de equidad. En otros términos, se trata de la construcción y consolidación  de una prensa libre y responsable.

Sin embargo, vale la pena destacar que  algunos medios, en aras de la libertad de prensa, cometen excesos y desmanes cuando la información y la opinión, al igual cuando la falta  de objetividad va en detrimento de personas, grupos  e  instituciones. Si bien es cierto que existe el derecho a la réplica, los medios y los periodistas deben ser más prudentes en los contenidos para no verse involucrados en dificultades. No se trata de promover censuras ni trabas a la libertad de prensa.




Por fortuna en Colombia  prima un periodismo serio y responsable. De gran contenido y compromiso social, de denuncia  de corruptos y deshonestos, en contra de quienes perturban la tranquilidad y bienestar público, lo cual  no ha dejado de ser molesto a aquellos que se sienten referenciados o aludidos y que en últimas se traduce en un preocupante clima de intolerancia que hace del ejercicio del periodismo, una  de las profesiones  u oficios con mayores riesgos.

La suspensión del mejor columnista de Colombia, Daniel Coronell, por parte de la revista Semana, es una afrenta a la libertad de opinión y a una democracia en construcción como la nuestra. Hecho que ha indignado al país e  implicado la cancelación de miles de suscriptores de la revista como mecanismo de rechazo. Como es bien sabido, Coronell criticó a la revista de conocer y no haber publicado los hechos relacionados con la pretensión de revivir los falsos positivos, lo cual ventiló al mundo un prestigioso periódico norteamericano. Nos solidarizamos con Daniel Coronell. Quienes ejercemos el periodismo de opinión no podemos pasar de agache ante este tipo de actos que abrigan la configuración e implantación de una dictadura.

Pensamos que cuando los medios y periodistas acogen la modalidad de manejar la  información y la opinión en defensa de intereses mezquinos de grupos, individuos e  instituciones en detrimento del bienestar general de los asociados, se hace mucho daño a la libertad de prensa y a la democracia.

Cuando periódicos y columnistas, sin imparcialidad, se convierten en voceros de los partidos, de políticos, politiqueros y de cualquier sector o grupo con apetito de poder con el propósito de conseguir adeptos, pautas publicitarias o algún beneficio personal presente o futuro, se degrada la profesión  y  se lesiona la libertad de prensa.

De otro lado, aprovechamos este espacio para reiterar, que no es ético ni de buen gusto convertir las columnas  de opinión en tribunas electoreras y en espacios para la adulación. La adulación pordebajea a los medios y a los columnistas. Los funcionarios públicos deben ser valorados en sus justas proporciones. Tampoco  se trata  de subvalorar a  aquellos cuyas posiciones, cargos  y acciones sean objetos de opinión,   simplemente porque no nos simpaticen. Ojalá que con el mismo ímpetu con el que criticamos los errores y debilidades, lo hiciéramos cuando se trata de los logros y fortalezas.