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DONALDO MENDOZA
Inicialmente hay dos tipos de escritores: aquellos a quienes los temas persiguen, como en un acoso creativo, estos son los “privilegiados”; y los “carroñeros”, que son los que escriben con las migajas que dejan los privilegiados. Rodrigo Valencia Quijano pertenece al primer grupo, y quien escribe estas líneas, al segundo.
En su más reciente escrito, Rodrigo Valencia se refiere a la fuente de la escritura, y la atribuye a zonas (sombras) del subconsciente. Que viene a propósito, para quienes no escriben, dado que frente a la página y/o pantalla en blanco la razón no reacciona. Son escritores “en potencia”, porque sienten que les gustaría escribir, pero no saben cómo romper el hechizo de la esquiva blancura.
Quienes logran irrumpir, porque dan con la clave, se sorprenden al final y prorrumpen con la proverbial pregunta: “¿Y esto lo escribí yo?” Porque saben que lo hecho no fue producto de la razón sino de un hado en mediatinta, que logra correr la cortina de las sombras. Porque de eso se trata: de escribir sin parar, hasta el final. “Escribe libremente y tan rápido como te sea posible, echando todo al papel. No corrijas o reescribas hasta que hayas escrito todo”, esta es una sabia sugerencia de John Steinbeck, el nobel autor de Las uvas de la ira. Y creo que es la única manera de escribir «como Dios manda».
Quien escribe pensando en la ortografía o en la gramática, no va a llegar a ningún puerto; en cambio acabará bloqueado. He ahí la importancia de esa subconsciencia de que habla Valencia. Es la responsable del acto creativo. El papel de la gramática (ortografía, sintaxis, coherencia, cohesión…) viene por cuenta de la razón, pues enseña a jerarquizar oraciones y a distribuir párrafos. Y por la senda de la razón se va al encuentro del estilo, o estética de la escritura, se desgrana el tono, se recibe el canto. La manera como se organiza cada línea u oración, el modo de acentuar y puntuar, hará que el texto respire. Es la génesis del ritmo. Es justo cuando se sale de sí mismo y se decide hablar (para) los demás.
En el sí mismo (fecundación) se está ante el propósito de lo que se escribe, lo que se quiere comunicar, eso que en periodismo llaman “interés general”; en tanto que hablar ante los demás, se refiere a la audiencia a la que se quiere llegar, los lectores a los que se desea comunicar. Y no complacer con los modos del lugar común, que es la manera más equívoca de escribir, el tratar de escribir con un aparente lenguaje sencillo que todo mundo, supuestamente, pueda entender. Lejos de eso debe estar todo escritor serio, que tiene conciencia del rigor.
En fin, en tonalidad mayor o menor, la escritura (de cualquier texto) tejerá lo que seguramente no será para todos los públicos, sino para una reservada logia que sabe distinguir entre el agua de la fuente y el agua de la vida. Para eso se requiere un tiempo de espera, como titula Rodrigo Valencia Quijano su último escrito, que propició este diálogo.
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