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RODRIGO SOLARTE
Pediatra.
La niñez es la generación humana de relevo. De su salud y educación integral depende la sociedad que integren y construyan durante el proceso vital que desarrollen. La especie humana ha de estar pendiente de su descendencia. Como civilización, debería ser la única privilegiada de esa sociedad.
Todos somos por consiguiente, cuidadores de la niñez. Desde que mentalmente las o los concebimos responsablemente, y durante los períodos de dependencia inicial: gestación, embarazo y primera infancia (primeros cinco años de vida fuera del vientre materno), fundamentales para la calidad de los siguientes, hasta la muerte natural o senectud, que podemos alcanzar la mayoría, cuando la vida y los derechos con deberes consecuentes, son el eje de las comunidades y sociedad humana, considerada la especie superior por el desarrollo cerebral e inteligencia, que convive con las demás y biodiversidad que nos sustenta como terrícolas.
Para la ciencia somos una, soma y psiquis en el contexto natural y social que conformemos. Si ese ambiente es enfermo, física y espiritual o culturalmente, nos enferma, o acorta el proceso vital que interactúa con lo genético que recibimos y heredamos.
Para el progresivo conocimiento de lo físico, espiritual y contexto, la inteligencia y creatividad humana va creando las ciencias y las tecnologías para ser aplicadas en su beneficio, que ha de tener en cuenta también, las demás especies y el medio ambiente o naturaleza de la cual se nutren y sobreviven (agua, oxígeno, alimentación, energías, recreación, estímulo a los sentidos, admiración, sueños, humildad ante la finitud y misterio, solidaridad, oportunidades de sobrevivencia).
La admiración ante lo desconocido e imaginación sobre origen de tan perfecta organización y funcionamiento, de los seres más sencillos hasta el ser humano en el cosmos que seguimos descubriendo y sus procesos, originó nociones como: misterio, ser Creador o superior, eternidad, Fe, infinito, cielo, infierno, cuerpo, alma y espíritu en uno, confrontados con la genética, astronomía, energías, cibernética, biogenética, neurociencias, redes, y tantas realidades invisibles que continúan revolucionando la sociedad humana, para bien o para mal, para pocos o para muchos, dependiendo de las conciencias e intereses organizados y dominantes.
En la materia y espíritu de los seres humanos, se incluye la fe religiosa, culturalmente asimilada como parte de la espiritualidad, las ciencias, tanto físicas, como metafísicas y medioambientales o ecológicas, que dividen lo material y espiritual para abordar la investigación y conocimiento que conforman el todo estructural.
Valga esta aproximación conceptual para valorar la existencia humana, ciudadana y profesional del Médico Pediatra, Jaime Bonilla Medina, quien pasó a otra dimensión existencial el sábado 24 de noviembre de 2018.
Unicaucano de Ciencia y Fe, integral cuidador de la vida y derechos de Niñas, niños y adolescentes, cuya herencia continúan sus parientes y ejemplar familia: esposa María Ximena Illera, Hijos, Manuel Santiago, María Juliana, nietita de tres años, María Antonia Olaya Bonilla, y testimonian su calidad humana: madres y padres, maestros, comunidades, colegas pediatras, estudiantes, niñas y niños, ya jóvenes, que como el, quien nos acompañó durante 64 años, participarán como activos y solidarios con las causas como la conservación de la vida, construcción de la paz con justicia social, salud, educación y dignidad para todas y todos, aspirando a comunidades y sociedad en general que tengan en cuenta los valores y principios que motivaron la existencia de Jaime y tantos otros, con humildad, sin egoísmo y entrega por lo que creía.
Como dijo Manuel Santiago, su hijo, en Jardines de Paz, recordando a Borges. Mi papá no morirá, porque muchos nos acordaremos de él y seguiremos su ejemplo.
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