MARCO ANTONIO VALENCIA
Mi abuela le ordenó a mi papá que se subiera al tejado de la casa para regar allí un kilo de sal, con el fin de capturar a una bruja que hace días rondaba por la finca. Y, en efecto, esa medianoche, cuando se escuchó su aleteo por el soberao, mi abuela con voz firme le gritó:
—¡Mañana venís por sal!
Al otro día, una mujer como hipnotizada llegó a la finca desde El Bordo y entrando al portal dijo:
—Vecina, usted me dijo que viniera por sal.
Entonces mi abuela le echó agua bendita y mientras le daba látigo comenzó a rezar avemarías y padrenuestros, pero la mujer se transfiguró en bimbo y salió volando. Yo tenía como cinco años y la vi con estos ojos que se los ha de comer la tierra.
Cuentan los viejos que hace un siglo, cuando todavía no había energía eléctrica, el Mal reclutó hembras negras y blancas por todo el sur del Cauca, dejando una legión de brujas invencibles, con la facultad de heredar sus poderes, al punto que hasta hoy sobrevuelan techos y hacen maleficios.
Dicen que tienen tanto poder que con un abrazo pueden secuestrarle el alma a cualquiera, joder a otros con el mal de ojo y hacer que la gente se muera de melancolía con un susto. Que el diablo les enseña a ser invisibles, a cambiar de rostro y a preparar conjuros que dañan al prójimo.
Con la mirada una bruja puede dejar horra a otra mujer. Y a los hombres, con solo soplarles la cara, les deja inservibles su virilidad, así tengan veinte años.
La ceremonia de iniciación implica participar en un baile, alrededor de una fogata, durante toda la noche, con otras brujas y brujos en presencia del diablo transfigurado en hombre negro. A él deben besarle una mano, luego el trasero y permitirle el acceso carnal por detrás… mientras tanto, juran renunciar a invocar al Dios cristiano y no volver a misa nunca.
Las brujas suelen hacer juntas para salir a volar con el Viruñas por todas las veredas de la cordillera y los pueblos del valle del Patía. Y en esas salidas comen plátano asado con carne de marrano, se emborrachan y terminan en orgías donde practican la sodomía, el lesbianismo, la poligamia y la bisexualidad. Así desafían a los mandamientos evangélicos y cristianos que prohíben el sexo.
Además, en esas juntas, las mujeres pueden convertirse en gallinas, los hombres en gatos y el diablo en un cabro macho capaz de deleitarse con todos carnalmente.
Mi abuela defendía a las yerbateras, sabedoras y curanderas, pero rechazaba a las brujas. Nos contaba que las primeras eran mujeres valientes que buscaban sugestionar a finqueros y hacendados maltratadores de esclavos y peones; que practicaban la medicina natural para curar a los suyos y vengar injusticias. Sin embargo, ahora se promueve la compra de hechizos y maleficios por radio e internet… y a las brujas nadie las ha vuelto a ver, aunque, en el sur del Cauca, “¡que las hay, las hay!”.