¿Cuándo se perdieron los valores?

SEBASTIÁN SILVA IRAGORRI

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En el mundo y claro que en Colombia, hay una crisis de identidad, de valores, de tradiciones, de respeto. Cuando uno lee y escucha noticias se llena de asombro y de indignación. ¿Cómo es posible que se violen y asesinen niñas? ¿Cómo es posible que un hijo mate a sus padres? ¿Cómo es posible que se maltrate y acabe con la vida de mujeres, por celos, por pasiones, por odio, por robarse los hijos? ¿Cómo es posible que se secuestren niños para venderlos? ¿Cómo es posible que se trafique con órganos humanos? ¿Cómo es posible que se recluten menores para la guerra? ¿Cómo es posible que se violen niños, por otros, dentro de juegos sexuales? ¿Cómo es posible que se negocie el cuerpo de mujeres y hombres en el mercado de la prostitución abierta o clandestina? ¿Cómo es posible que se trafique con drogas que llevan a la demencia o a la muerte a otros seres humanos? ¿Cómo es posible que existan casas de pique? ¿Cómo es posible que cuerpos humanos se lancen a animales para desaparecerlos? ¿Cómo es posible que se obtengan fortunas matando, secuestrando, robando herencias, cobrando seguros con muertes intencionales? ¿Cómo es posible que la corrupción se presente en casi todos los estamentos y niveles de una sociedad? Podríamos seguir con esta lista macabra y encontraríamos el genocidio, la discriminación, el rechazo, la estigmatización, la persecución, la calumnia, la injuria y el gozo con el sufrimiento ajeno, todo producto de la ambición descontrolada, la angustia de poder, el sexo desbocado, la degeneración de las costumbres, la bajeza de las conductas y la aberración de las personalidades. Parece que no existieran diques morales.

Si miramos hacia otro lado encontramos multitud de personas de buenas costumbres, disciplinados austeros, íntegros, honestos, con valores, solidarios, valientes, generosos y dispuestos a luchar por sí mismos, por sus familias y por su comunidad. Lo que pasa es que el delito y el crimen tienen mayor resonancia en los medios de comunicación, en el intercambio epistolar, en las tertulias, y lo más grave hoy, hasta en las aulas.




¿Éramos mejor antes que ahora? Creo que siempre han existido el hombre correcto y el hombre deshonesto, el Ser ético y el Ser sin principios, el hombre que progresa y el hombre que regresa a las cavernas. Pienso que hay unos valores, como el respeto, la solidaridad, el orden, la libertad, la buena educación, la cultura, la sana tradición, que deben conservarse, mejorarse, proyectarse, para que cada vez el propósito sea elevarnos como categoría superior de la existencia. Los que creemos en un Ser Superior, fuente de todas las cosas, tenemos una visión que nos acerca a posibilidades de redención personal y comunitaria y que nos lleva a respetar todas las creencias y todas las ideas.

Albert Camus, ante la aparición de la Peste y observando indolencia en la gente, dijo «Pareció que el corazón de todos se hubiese endurecido, y todos pasaban o vivían al lado de aquellos lamentos como si fuesen el lenguaje natural de los hombres». Bécquer en su obra «Tal para cual» pone en boca de uno de sus personajes la venganza, expresando, «Hay quien fingiéndose altivo humillaciones acopia, y pagar quiero en la propia moneda, que yo recibo».

Sin indolencia, ni venganza debemos rebelarnos ante un destino malévolo que se nos quiere imponer, por ideologías perversas, que combaten la Autoridad, el Orden, la Ley, la Justicia y las Buenas Costumbres. Su credo es la anarquía, pero los Principios y Valores serán nuestra salvación, somos más, hagamos prevalecer esa inmensa mayoría.