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ORIANA MENDOZA VIDAL
LA GERENCIA, ese codiciado puesto en empresas grandes, medianas, pequeñas, por parte de personal interno de la compañía, de externos o familiares del dueño, tiene momentos agridulces, ansiedad y frustración, pero sobre todo alegrías, satisfacción y gran vocación de servicio. Aunque en ocasiones se desempeñan las labores de gerente con habilidad y buen juicio, no sobra esbozar algunas reflexiones sobre la materia.
En el campo de la gerencia encontramos vasta literatura, información en internet, cometarios en redes sociales, blogs, etc., pero nada más contundente que palabras nacidas de la experiencia y cultivadas tras años de esfuerzo y dedicación empresarial. Cuando se llega al nivel más alto de la rama ejecutiva de una compañía: la gerencia, se experimenta cierta satisfacción personal y un gran orgullo profesional, minutos que pronto se diluyen cuando se comprende que lo más difícil no es llegar ahí, sino mantenerse. Bien sea por sucesión natural del cargo o por concurso, cuando se es gerente, el camino por recorrer es largo, y se requieren ciertas habilidades para dar cada paso con firmeza, decisión y humildad. Bien se dice que las cúspides son solitarias, pero solo se mantiene en dicha posición con dedicación, esfuerzo y un equipo de trabajo idóneo, con demostrado compromiso.
Últimamente, compartiendo temas de direccionamiento estratégico con organizaciones de pequeños productores rurales, se ha evidenciado que muchos de los gerentes de dichas organizaciones están en dicha posición por su liderazgo y compromiso social, pero adolecen de conocimientos prácticos acerca de las principales funciones que debe ejercer un gerente, por lo tanto hacen lo que la buena voluntad les permite en sus tiempos libres, puesto que muchos de ellos no reciben remuneración y deben realizar otras actividades para subsistir, dedicando poco tiempo a las actividades gerenciales, lo que impacta los resultados de la organización a todo nivel.
Para comenzar, lo primero que debe tener claro un gerente es la misión y visión de la empresa u organización. La visión es el faro hacia donde se dirige la actividad productiva y, el camino para llegar allá, es precisamente lo que debe trazar el gerente en compañía de su equipo de trabajo, los asociados y la anuencia de la Junta Directiva. Por ello, tener clara la visión implica plantearse un norte, y para alcanzarlo es indispensable realizar unas mínimas actividades de planificación al interior de la empresa u organización, donde se establezcan metas, cronograma de ejecución, responsables, definición de recursos e indicadores que permitan medir el avance las actividades a través del seguimiento y control. Al establecer la visión, explícitamente se hacen escogencias e implícitamente se realizan renuncias, de allí la importancia de tener claro el punto de llegada: la visión, para evitar “tentaciones” que se presentan en el camino y aprender a decir: no. Decir no a propuestas que nos desvían de las metas, que por más atractivas que parezcan, son como aquella manzana envenenada del cuento, parecen nutritivas, pero nos llevan a la muerte. Éstos pueden ser negocios altamente rentables, ejecutados en poco tiempo, pero que sin darnos cuenta rebasan nuestra capacidad de respuesta lo que nos lleva a incurrir en altos costos y sufrimientos para su ejecución. Sucede con frecuencia en el ámbito de las asociaciones de pequeños productores rurales, que, por captar recursos de fuentes de financiación, se comprometen con cultivos que no tienen asegurado un mercado o reciben maquinaria que luego no se utiliza, quedando arrumada en algún solar…por ello aprender a decir no es crucial.
Otro punto que se aprende con la práctica es la delegación. Al gerente le cuesta delegar por el temor, tal vez inconsciente, de que no se hagan “las cosas bien”, por no querer acompañar el proceso de aprendizaje de su equipo de trabajo más cercano o simplemente porque quiere evitarse la “molestia” de revisar, devolver, volver a revisar… pero es de vital importancia empoderar a su equipo de trabajo, enseñando a hacer las cosas con su estilo gerencial, con paciencia para corregir y revisar, siendo consciente de asumir la responsabilidad de las acciones de sus colaboradores, pero reconociendo que, aunque no tiene la culpa de todo lo que ocurre con la empresa, si es su responsabilidad obtener resultados óptimos, en ambientes de confianza y colaboración mutua. Es crucial aprender a delegar cuando se tienen equipos de trabajo relativamente grandes, pues no basta con decir qué hacer, es indispensable también aclarar cómo hacerlo, fijar el plazo fijado para realizar la actividad y asignar las herramientas necesarias para lograrlo.
Finalmente, la misión del gerente se puede resumir en: hacer que las cosas pasen, es decir, hacer todo lo que está a su alcance para cumplir con la planificación, las expectativas y metas establecidas en asocio con la Junta Directiva, siendo ejemplo de tenacidad y reconociendo el esfuerzo de sus coequiperos, de los asociados y de los aliados que permiten hacer realidad el sueño de la empresa o la organización. Los gerentes sobresalientes se van consolidando con el tiempo, marcan su estilo con cada equivocación y acierto, cada sudor y lágrimas, pero siempre con la satisfacción del deber cumplido con fe, perseverancia, optimismo y pasión.
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