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Por: Oriana Mendoza Vidal
Cuando un profesional asume el reto de crear empresa, luego de haber sido empleado, comienza a recorrer un camino de aventuras, aciertos y desaciertos que hacen parte de lo que significa ser emprendedor. Nadie en esta condición dice que el desafío es fácil, pero tampoco imposible de lograr, depende de nosotros el tiempo en que tardemos para alcanzarlo.
Desde hace un año, asumí el reto de ser emprendedora. Muchas personas no comprendieron el porqué de mi decisión, hasta me dijeron “¿qué te pasa, estás loca?”, ¿tienes un mejor trabajo? Frente a lo cual, mis respuestas fueron: NO (aunque no me creyeran). Hoy, puedo compartir con ustedes mi experiencia de tener una sociedad legalmente constituida, con productos elaborados bajo estándares de calidad y un propósito social claro. Doy fe que al trazar un objetivo de vida empresarial, durante este camino recorrido, hemos encontrado todo lo necesario, y en el momento adecuado, para solucionar cada uno de los problemas que se presentan y avanzar en la cristalización de los sueños. Tuve momentos de no comprender lo que pasaba y mucho cansancio, pero después de un tiempo, entendía qué pieza del rompecabezas era aquella circunstancia, entonces ratifiqué que la actitud con que se asumen los retos es lo que te da capacidad para ver oportunidades, o simplemente problemas que consideras muros infranqueables que te separan de tus metas.
Durante esta aventura he estado acompañada de mi socia, de mi hermano, de mi familia y de muchas personas que, con un consejo, una palabra de aliento y la comunicación de sus experiencias, han enriquecido este proceso. La luz diaria que emana de los ojos de mi hija es el combustible que alimenta mi tanque de energías para levantarme cada día, recordar el faro de mi visión de vida empresarial y hacer cada actividad programada con entusiasmo y fe.
Lo vivido este último año, ha permitido descubrir las cosas que más me apasionan en la vida y aquellas que no me gustan, en términos empresariales, he identificado mis escogencias y renuncias de cara a consolidar una visión empresarial de largo plazo, con metas de corto y mediano aliento, teniendo clara las capacidades, habilidades y competencias necesarias para cada etapa empresarial, así como los valores y principios de vida que son irrenunciables y que imprimen tu sello personal en cada logro.
En lo recorrido hasta hoy, he puesto en práctica los conocimientos adquiridos en los años de academia, pero sobre todo, las habilidades construidas en más de diez años de vida gerencial, aplicadas a la forma de solucionar cada inconveniente y lograr verlos en perspectiva, es decir, entre más alto has escalado, más pequeñas se ven las cosas que están abajo, incluso, si decides bajar un poco, esas cosas se ven grandes de nuevo, pero nunca se olvida que estarás más arriba y seguirán siendo pequeñas. Es justo aquí cuando recuerdo las sabías palabras de un amigo cuando contaba pocos meses en mi anterior vida laboral: “si su trabajo es solucionar problemas, entonces hágalo bien”, y así ha sido hasta este momento y seguirá siendo, los problemas no nos pueden abrumar y nublar el horizonte, por ello que la luz de nuestro faro (la visión) debe brillar con mucha intensidad.
Recientemente tuve la oportunidad de escuchar la conferencia de Daniel Habif en Popayán, y en lugar de ponerme nostálgica con todas las reflexiones que se plantearon, mi corazón se llenó de emoción al sentir que voy por el camino correcto al tomar decisiones que me acercan cada día a mis sueños, trazando metas claras y obteniendo victorias tempranas, aprendiendo de los aciertos y desaciertos, Daniel resalta la capacidad de levantarse tras un fracaso, y tal vez es uno de los aspectos que marcan la diferencia entre las personas prosperas y las que no lo son, por ello, el balance que puedo hacer hoy es absolutamente positivo, no solo desde el punto de vista profesional, sino también personal. En definitiva, estamos en constante entrenamiento para los retos que vendrán, aprendiendo a esperar, sin desesperarse, a reconocer el cansancio físico y mental, tras haber hecho siempre el mayor esfuerzo, el cual se recompensa con la satisfacción del deber cumplido con fe, perseverancia, compromiso y mucha pasión.
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