JORGE ORDÓÑEZ VALVERDE
En abril de 2014 fueron retirados de la revista Nature (una de las revistas de ciencia más importantes del mundo) los artículos de la científica japonesa Haruko Obokata, sobre un revolucionario sistema para producir células madre (capaces de convertirse en cualquier tipo de tejidos y el futuro de la medicina regenerativa), a partir de someter células adultas a estrés mediante ácido o presión. Una absoluta genialidad. Pero nadie pudo luego replicar el experimento y también se detectó una manipulación intencionada de las imágenes y las cifras de los artículos. Yoshiki Sasai el mentor científico de Obokata figuraba como co-autor y aunque fue exculpado en la investigación, no pudo soportar el deshonor y se ahorcó en su oficina de vicedirector del prestigioso Centro de Biología del Desarrollo del Instituto de Investigación Riken.
Elizabeth Holmes fue comparada con Steve Jobs el fundador de Apple, y fue la niña mimada de Silicon Valley durante varios años. Empresaria, no científica, fundó la start up Theranos en 2003 que atrajo cientos de millones de dólares en inversiones para una tecnología revolucionaria de diagnóstico, que con solo un pinchazo de sangre podría detectar cientos de enfermedades. La tecnología como tal no estaba desarrollada, pero Holmes siguió una estrategia muy propia de los negocios en el Valle de la Silicona y es: “finge hasta que lo logres”. Hoy en día enfrenta cargos por estafa. Ella guardaba la esperanza de que la tecnología se desarrollara y mientras tanto se apoyaba en el secretismo de las empresas para hacer negocios.
El caso de la polémica entre el científico colombiano Raúl Cuero y el profesor de la Universidad Nacional Rodrigo Bernal, nos muestra otra faceta del asunto. Cuero es un negro de Buenaventura que terminó siendo profesor de ciencia en una Universidad en Estados Unidos y tener proyectos con la Nasa. Uno de sus inventos es una tierra que despolariza el material radioactivo y lo destruye, y que según parece se estaba utilizando en el desastre nuclear de Fukushima. Ante su popularidad entre los periodistas, que lo calificaban de futuro premio nobel, el profesor Bernal investigó la carrera del profesor y dice que no se acomoda a los estándares de reconocimiento del mundo científico. La discusión entre científicos debería ser sobre hipótesis, experimentos, datos, teorías, y hay procedimientos en la ciencia para corroborar o refutar tesis, pero el señor Bernal insiste en que Cuero no tiene suficientes patentes o publicaciones y que estas no son en las revistas más reconocidas, sin hacer referencia a la calidad y el contenido de los artículos, al conocimiento que aportan. Dice que si las cosas no se patentan es como si no existieran, cuando la verdad es que sí existen y pueden ser geniales y valiosísimas y lo de menos es un procedimiento burocrático que no es científico. Es burocrático.
La excesiva presión por resultados y publicaciones, el afán por el reconocimiento y el prestigio (la vanidad es una enfermedad profesional en las universidades y Centros de investigación) son algunas de las razones de las conductas anti-éticas como la manipulación de datos, el plagio y no reconocimiento a los coautores. Esta presión hace parte de la racionalidad tecnocrática del capitalismo de mercado, que se ha vuelto el lenguaje de la humanidad. Uno hubiera esperado que la Academia y los Centros de Investigación armados de la filosofía y el discurso científico, hubieran hecho alguna resistencia.
El caso de Haruko Obokata es el de dar resultados prematuramente cuando aún no se prueba la hipótesis. El caso de Holmes es el de una empresaria que finge tener entre manos una tecnología extraordinaria que aún no está inventada. En el caso de Cuero y su rival, el uno pecó de vanidad y el otro peco de envidia.
En ninguno de los tres casos se pensó en la finalidad del pensamiento científico: producir conocimiento.